Triste suceso el de días atrás en Badalona, donde tres personas murieron y muchas otras resultaron heridas en el incendio generado, a juicio de los peritos, en la sobrecarga del tendido eléctrico que había sido defraudado por la familia ocupante ilegal de una vivienda vecina. ¿Cuánto consumo debieron de generar para que, literalmente, se fundieran los plomos?

El alcalde dice que luchará contra las “ocupaciones con k”, porque entiende que son orquestadas por mafias que se lucran con la necesidad ajena, pero también que dotará con más recursos el municipio para atender a las familias que se encuentren en situación de precariedad económica, al tiempo que se queja por el hecho de que ocupar una vivienda de forma ilegal solo suponga una infracción administrativa, reclamando un endurecimiento de la legislación penal para la persecución de la ocupación de la k, no la de la c.

Contemporáneamente, la gente sale a la calle en manifestación, pidiendo que no se criminalice a quien consume luz sin pagarla, porque hay que entender que lo hacen para evitar que la precariedad los mate. Diría que son los mismos que se manifiestan por la muerte de una perra tiroteada y por la libertad provisional de La Manada sentenciada, todo ello en medio del ruidoso silencio en el caso del bebé de dos meses apaleado por su padre con la connivencia de la madre… será que la precariedad moral mata más que la física

Oh, milagros!, se detiene a la familia que ocupaba (no sé si con k o con c) vivienda ajena y se la acusa de tal cúmulo de delitos que una acaba pensando que no hacen falta más leyes, sino el correcto cumplimiento de las que ya nos hemos dado.

El trasfondo del tema de todo ese combinado de escenas ya costumbristas es el nivel de responsabilidad individual que estamos dispuestos a asumir

El trasfondo del tema de todo ese combinado de escenas ya costumbristas es, como en casi todo, el nivel de responsabilidad individual que estamos dispuestos a asumir. Cada vez menos, y en nada ayudan los descubrimientos científicos en torno al cúmulo de condicionantes genéticos de nuestra conducta. Así, como se achaca al conjunto de la comunidad el hecho de que haya gente que no tiene dinero para pagarse una vivienda, decidimos que la vivienda social pueda ser de propiedad, orquestando así una curiosa lotería de ladrillos (¿un número premiado por cada 10.000?) pagada por el sacrificado contribuyente que, además de los impuestos con los que sufragar la lotería, también paga su propia hipoteca. Los deberes en materia de parque de viviendas con un alquiler “social” (accesibles a las más bajas economías) están todavía en el nivel de las ideas, por más promesas electorales que se hagan, pero algún tipo de coraje habrá que pedir a quien solo recibe sin aportar nada. ¿O es que el empujón deviene eterno motor para algunos, y no rehabilita, ni relanza, ni construye?

Parece que no. Aunque se otorgan ayudas varias a diferentes tipos de carencias e infortunios y se ha puesto contra las cuerdas a las empresas energéticas de modo que se les caiga el pelo si cortan un suministro a la ligera, aún tenemos que justificar y excusar que haya quien decida sufragar su consumo de calefacción con recursos ajenos.

Me dirán despiadada, pero amparo mi queja ante la continua exención de responsabilidad de unos para cargar la culpa sobre el resto en el hecho de haber disfrutado la mitad de mi vida sin calefacción. Digo yo que Badalona tendrá el mismo fresco que los tres domicilios bajo tejado en los que pasé mi infancia, adolescencia y juventud. A ello se añade el hecho de que, para incendiar un tendido, el consumo de luz tiene que haber correspondido a algo distinto de un televisor, y la mayor parte de los mortales evita, por eso y desde siempre, calentarse con electricidad. Si es que la paga, claro.

Que cada cual se caliente con lo que quiera, pero que pueda. Teniendo en cuenta el conjunto de servicios públicos con los que hemos construido un estado del bienestar que envidiaría la mayor parte de las zonas habitadas del planeta, creo que ya está bien de cargar la responsabilidad de cualquier desgracia, carencia, delito o desaire sobre las personas que, de un modo u otro, acaban sufragando los paliativos o remedios que a todo ello se ponen. Al contrario, en cada nueva queja, el que la escucha deviene culpable. Ya sé que no dirán "gracias", pero yo respondo: de nada.