Puede que sea mal pensado o que tenga mala memoria pero me sorprende el ambiente que han generado las protestas de Gràcia. Me parece que es muy diferente del clima que provocaron las tanganas de Can Vies. Dos años atrás defender a la policía en las tertulias era casi un heroísmo. La mayoría de académicos y analistas estaban dispuestos a comprender a los okupas. 

En aquella época, David Fernàndez era un héroe. La CUP recibía elogios de CiU y de Iniciativa. ERC había forzado una fecha para el referéndum y una pregunta absurda pero clara. La monarquía se tambaleaba y el unionismo todavía estaba muy desorientado. Las tanganas de los okupas sirvieron al Estado para traer más policía y para sembrar la duda sobre si la Generalitat sería capaz de garantizar la seguridad en un referéndum.

Si la gestión de Trias fue incomprensible, la de Colau es puro cinismo. Colau pidiendo orden es como un traficante de heroína pidiendo a los adictos que no se droguen. Ricard Fernández, el responsable de la decisión de dejar de pagar el alquiler, estuvo en el Tripartito como cargo de Iniciativa. Es curioso que estalle esta bronca callejera justamente cuando la CUP había conseguido poner al Ayuntamiento de Barcelona y a Junts pel Sí contra las cuerdas. 

Durante años, el discurso social ha servido para embarrar el debate nacional. Desde la Transición el resentimiento social se ha utilizado para disminuir la fuerza política de Catalunya. Naturalmente, a medida que los argumentos se agotan, hay que tirar cada vez más gasolina al fuego. Después de mimar el discurso antisistema desde el mismo statu quo, ahora los viejos partidos quieren domesticar a los okupas de un día para el otro y a golpe de policía. Lo siento pero no cuela.

¿No es un poco extraño que los okupas estuvieran avisados de que vendrían los mossos a desalojarlos? ¿No parece sospechoso que el Ayuntamiento pagara un alquiler tan alto y que nadie se quejara, aún sabiéndolo, ni tratara de renegociarlo? ¿No es de locos que Colau haya esperado a última hora para cargarle el muerto a Trias, y que el tonto útil que pagará los platos rotos sea un hombre con la carrera acabada que nadie entiende porqué todavía no se ha retirado?

En los disturbios de Gràcia todo el mundo saca tajada y unos cuantos contenedores quemados no son nada al lado de la comedia que hay que hacer para parar la independencia. Mas ya había decidido convocar elecciones la Semana Santa de 2012 y después de la manifestación del Onze de Setembre dijo que había escuchado la voz del pueblo. Junqueras prometió que no aprobaría más presupuestos autonómicos y ahora parece que nos quiera hacer olvidar que no puede haber política social sin independencia.

Los okupas han volcado un coche. Pero eso no es nada comparado con las broncas que será necesario organizar para matar las posibilidades de un referéndum unilateral y disimular la toma de pelo que hemos vivido los últimos años. La violencia social sólo es el monstruo de la decadencia de una clase política que prefiere trabajar de acuerdo con España en lugar de cumplir con su palabra. Todo esto es como la famosa prohibición de las estelades, que nunca existió, como ha explicado La Vanguardia en un artículo.

Las autoridades del Estado nunca firmaron ninguna orden para prohibir las estelades porque no podían, igual que no podrían parar un referéndum. Con la fantasmada de Dancausa sólo se trataba de dar juego al activismo inútil. Ahora de lo que se trata es de vender el caos y la propiedad privada amenazada para que Rajoy y sus amigos parezcan menos fachas.