El abanico de excusas, a veces infantiles, siempre cínicas, para rechazar el envío de armas a los ucranianos es amplio. Y abundan entre algunos conspicuos representantes de la izquierda. De la izquierda catalana y de la izquierda española. Se escudan los supuestos pacifistas tras el lema "¡No a la guerra!". Un lema que es una calabaza vacía, un lema que iguala al agresor y al agredido, a aquel al que están hiriendo, mutilando y matando con sus verdugos. El "no a la guerra" ha llevado a determinados responsables políticos (Ione Belarra, Irene Montero, Pablo Echenique, Javier Sánchez Serna, Mireia Boya, Albert Botran, David Cid, Gabriel Rufián, etcétera) al no al envío de armas.

Nuestra CUP ha llegado, en esta línea, a desmarcarse de la declaración pactada por la junta de portavoces del Parlament, la cual lamentaba y condenaba la actuación de Rusia contra Ucrania. Los anticapitalistas, además, no se han podido privar de referirse, en unas declaraciones, a los Estados Unidos y a la OTAN como "fuerzas imperialistas", y de criticar la Unión Europea. (El otro grupo que no apoyó la declaración conjunta fue Vox, que esgrimió otros motivos). Todos ellos, y muchos otros militantes del pacifismo inmoral, el mismo pacifismo que les resultó tan útil a los fascismos de los años treinta y después en la URSS de la guerra fría, se compran palomitas y, en primera fila, cómodamente apalancados en el sofá, se disponen a ver cómo la ciega maquinaria de guerra rusa convierte en carne picada a todo un pueblo. A ellos, la sangre, claro está, no les salpicará, no les manchará ni las perneras del pantalón.

Son los que se niegan a enviar armas a los ucranianos, civiles, militares, mujeres, juventud que luchan por su país y su libertad, porque, nos dicen, enviar armas es feo. Somos pacifistas, queremos la paz, por lo tanto, concluyen, no enviaremos armas a Ucrania. Se agarran a la creencia, a la ética de la convicción, y se lavan las manos de las terribles consecuencias de actitudes como la suya. ¡Qué cómodo que resulta balancearse en la doctrina y obviar la realidad, los hechos siempre tozudos!

No hacer nada, no atender al débil, volver la espalda a la víctima, es tomar partido. Es tomar partido a favor de Putin y el tipo de sistema moral y ético, y en definitiva político, que encarna

Y así, pasan por alto lo más importante. En primer lugar, la guerra ya está en marcha porque Putin la ha puesto en marcha contra una gente que no le ha hecho nada. Y, en segundo, los agresores, los que masacran a los ucranianos, ya tienen armas, de hecho, les sobran. Los que no tienen, los que las necesitan, los que las imploran, son los ucranianos, son los agredidos.

Las quieren para no morir como animalillos indefensos. Para, al menos, poder morir de pie —para parafrasear a la estalinista Dolores Ibárruri—, luchando por su país y por las cosas en las que creen. Por cierto, tanto La Pasionaria como el resto de dirigentes de la República hubieran agradecido infinitamente haber recibido más apoyo militar que el que recibieron durante la Guerra Civil. Quizás, quién sabe, Franco lo hubiera tenido más complicado o, incluso, quizás España y Catalunya se habrían ahorrado la larga, dolorosa y triste dictadura.

Pero los pacifistas inmorales no distinguen entre el agresor y quien quiere defenderse, entre el asesino y la víctima. Bueno, de hecho, sí que los distinguen; de hecho, sí que toman partido. Porque no hacer nada, no atender al débil, volver la espalda a la víctima, es tomar partido. Es tomar partido a favor de Putin y el tipo de sistema moral y ético, y en definitiva político, que encarna.

Dicen algunos de los citados arriba que la OTAN y los europeos se equivocaron a la hora de tratar Rusia después de la caída y la desmembración de la URSS. O bien, directamente, que la OTAN y la UE son organizaciones malvadas. O recuerdan a Irak, Afganistán, Libia y todo lo que les viene a la cabeza, incluso Chile y Vietnam. Repiten como loros que los Estados Unidos han hecho cosas muy malas en el pasado. Y concluyen que todo está podrido y es una mierda. Que todos los poderosos son iguales ("Vuestras guerras, nuestros muertos").

Que nadie se engañe. Todo esto no son más que excusas de mal pagador. Una forma de salirse por la tangente. Intentos de coartada. No digo, atención, que pocas o muchas sean mentira. Lo que digo es que son el tipo de chatarra que se utiliza como atenuante e incluso para intentar explicar (?) y, hasta cierto punto, rebajar la gravedad (?!) de una aberración, un crimen a gran escala: la matanza que, ahora, en estos mismos momentos, se está perpetrando en Ucrania. Una matanza ante la cual los pacifistas inmorales nos proponen negarles a las víctimas las armas que nos imploran para poder plantar cara.

Preferirían que todos comiéramos palomitas mientras contemplamos en directo como los soldados y los mercenarios de una dictadura infecta atormenta a todo un pueblo. Un pueblo al cual, mirándoselo desde el sofá, algunos, además de negarle las armas, le susurran al oído que no se resista, que no se rebele y que deje hacer al camarada Vladímir y a sus batallones de la muerte.