En Ginebra, sin la participación del president Aragonés, que tenía sus quehaceres, se reunieron los líderes de Esquerra Republicana. Después, Oriol Junqueras y Marta Rovira publicaron un artículo en el Punt Avui para asegurarnos de que se mantienen al acecho, que ahora un poco de calma, que nos estemos quietos, que están esperando el gran momento que ya llega, el momentazo en el que la justicia europea levantará solemnemente su espada, elegirá a los buenos y condenará a los malos, como en un preludio del gran final que se desarrollará en el Valle de Josafat. Tú sí, pero tú no. A eso le llaman “ventana de oportunidad”, que es un concepto de marketing, de vendedores. Oriol Junqueras y Marta Rovira dicen que le tienen puesto el ojo pero, desgraciadamente, después de la reunión no pudieron realizar manifestaciones públicas porque se descuidaron de pedir permiso a las autoridades helvéticas. Dicen que se presentó la policía, sin avisar, y les dijo que no y que no. Y en Suiza no basta con ser buena persona, como siempre afirma Junqueras que es. Según parece eso les da igual y lo que deben seguir son unos determinados reglamentos.

De modo que tendremos que contentarnos con el artículo de los dos principales líderes de Esquerra para tratar de entender lo que tienen pensado hacer desde el Govern. Hablan del futuro, que es una buena manera de no hablar del presente. Dicen Junqueras y Rovira que, a partir de ahora “será diferente porque trabajaremos aún con más determinación y fuerza”, un panorama futurible que, por supuesto, abre todo un universo de posibilidades, vista la ingente tarea que se ha realizado hasta la fecha, solo comparable al estajanovismo más esforzado. Después, seguramente mal asesorados, utilizan en el artículo uno de los peores tópicos de la política y de la retórica de los reality shows. Junqueras y Rovira dicen que tenemos enfrente “retos mayúsculos” como si estuviéramos en un filme de espadachines o en un concurso televisivo de que los que te hacen pasar por toda una serie de pruebas y putadillas diversas en islas tropicales. Ese aventurerismo de los retos y la grandilocuencia de los discursos no suele generar buena política. De modo que tampoco resulta muy tranquilizador leer, después que “nos queda mucho camino por recorrer, pero sabemos que estamos preparadas y preparados para superar los obstáculos de la represión y la persecución política”. Ya se sabe que la fe mueve montañas, pero por ahora el único argumento político que se enuncia es éste. Una fe talibánica en ellos mismos. Y una constante apelación a que confiemos en ellos.

El dramatismo de la persecución que sufren los más de tres mil represaliados ya es bastante crudo para que no hagan falta más ingredientes lacrimógenos. Quizás sea innecesaria la implícita evocación a Oliver Twist y el dramatismo de Dickens en el artículo: “al embargar nuestras casas lo que hacen, en realidad, es embargar el hogar de nuestras hijas e hijos. Ninguna democracia del mundo debería permitirse el lujo de represaliar a las hijas y a los hijos de la disidencia política”. Las personas represaliadas, ya sean políticos de primera línea o ciudadanos anónimos tienen perfectamente derecho a poseer y preservar un hogar sin necesidad de utilizar a los hijos como escudos humanos en ninguna argumentación. Los hijos de Oriol Junqueras, por supuesto que no deben ser desahuciados, como tampoco deberían ser desahuciados ninguno de los niños ni de los padres que no pueden hacer frente actualmente al alquiler de su vivienda. El hogar es precisamente eso, un espacio de encuentro intergeneracional y, en este sentido, ningún niño debería quedarse sin techo, pero tampoco ninguno de los viejos combatientes independentistas, ninguna de las abuelas que con silla de ruedas votan libremente por Esquerra Republicana y por otras formaciones separatistas. La política no necesita de los niños. Tampoco necesita de políticos que quieran competir en la legítima controversia por el poder y que, al mismo tiempo, se erigen en árbitros o evaluadores morales del juego en el que están participando. Esquerra ⸺ni ningún otro partido⸺ no puede afirmar pomposamente que es “garante” de la democracia, ni tampoco que los militantes de Esquerra “somos demócratas, republicanos e independentistas, y queremos poner el futuro de este país en manos de la democracia” al menos mientras se mantenga el caudillismo en absolutamente todos los partidos políticos catalanes, exhibiendo una sobrecogedora falta de democracia interna. La fe democrática no debe proclamarse, más bien hay que ponerla en práctica en casa de cada cual.

Otro de los aspectos que resultan inquietantes del artículo de Junqueras y Rovira es cuando se afirma, quizá con un exceso de idealismo, que “la independencia es un deber que tenemos con la sociedad si la queremos plenamente libre, justa y digna”. Sobre todo, es una exageración porque ni hoy ni a lo largo de la historia el mundo ha conocido jamás ninguna sociedad ni libre ni justa ni digna. Pero sí conoce a casi doscientas naciones que hoy son independientes. La independencia no puede ser asimilada a los ideales irrealizables si lo que se pretende, en definitiva, es llevarla a cabo. Ni se puede afirmar tampoco que contra la represión Esquerra aportará más votos cuando, por ahora, los votos independentistas se están reduciendo dramáticamente después de más de tres años de parálisis en la iniciativa política secesionista de los tres grandes partidos que, teóricamente, la defienden. Siempre es temerario, para todos, conjugar los verbos en futuro. Pero lo es más aún cuando hablamos de política. Es sorprendente que Junqueras y Rovira afirmen que, en el momento en que el tribunal europeo emita su sentencia, será una sentencia inequívocamente favorable y entonces “habremos sabido construir complicidades y mayorías y habremos podido trabajar en todos los ámbitos y en todos los territorios, sin dejarnos ninguno”. Es sorprendente, entre otras muchas cosas, que se diga esto porque la agresiva rivalidad política de Esquerra Republicana no ha conseguido borrar del mapa el fenómeno político de Junts, ni fagocitar a la CUP, ni tampoco arrastrar a Comunes y a Unidas Podemos dentro de la órbita de Esquerra Republicana. La hegemonía de Esquerra se cuantifica en un solo diputado respecto a Junts. Esto de las “complicidades” y las “luchas compartidas”, son dos conceptos extraídos de los viejos libros de doctrina comunista que ahora se exhiben, por parte de la actual dirección de Esquerra, pero que hasta hoy no han estado acompañados de ninguna iniciativa unitaria ni integradora, como correspondería a la actual situación de causa general contra Catalunya, como correspondería a la actual persecución política del independentismo y del catalanismo. Hemos pasado de las buenas palabras y la parálisis a un nuevo escenario: la parálisis con unas palabras que ni se sostienen.