Sí, claro que Putin todavía puede matar a muchas personas. Y no sólo en Ucrania y bombardeando o lanzando misiles. Y aún puede causar mucho dolor y muchos problemas a medio planeta. Pero de momento, seguro, ha conseguido unas cuántas cosas que son muy difíciles y que sólo están a su alcance. Sobre todo en tan poco tiempo y en campos tan diversos. ¿Hacemos la lista de todo lo que le ha salido del revés a este hombre desde el jueves pasado?

En cinco días (CINCO) ha unido una Europa que de no tener rumbo ha pasado a tomar decisiones rápidas y arriesgadas como la de armar a Ucrania. Y lo ha hecho con una sola voz, cosa que hacía años no se veía. Y ha llenado la Eurocámara de banderas ucranianas, en una muestra de apoyo inédita y que, a la vez, es una respuesta del viejo continente a sus políticas basadas en la testosterona postsoviética.
Ha incomodado a una China de quién no ha conseguido un soporte incondicional sino que primero se ha puesto de perfil y después ha acabado dirigiéndose a Ucrania para ofrecerle un "firme apoyo" a su "soberanía e integridad territorial", abogando por un final del conflicto "mediante la diplomacia". La frase, dicha por los chinos, hay que leerla en varias capas, pero expresa cosas que no creo que hayan gustado mucho en el Kremlin.

Ha reforzado a una OTAN que ya ni recordábamos que existía y ha provocado que Finlandia y Suecia, hasta ahora neutrales, se planteen su ingreso en el Tratado. Y hablando de neutrales, Suiza ha dejado de serlo y ha tomado partido por Europa mientras que Andorra tramitará de extrema urgencia un proyecto de ley para poder congelar activos de empresas o ciudadanos rusos que estén colaborando con el régimen de Putin. De paso, Ucrania ha llamado a la puerta de la UE, que a muy corto plazo será que no, pero vaya usted a saber si a la hora de negociar esto puede ser moneda de cambio.

La ultraderecha europea, financiada por Putin, hace días que borra antiguos tuits de apoyo a Rusia y hace ver que nunca han existido las fotos que todos hemos visto donde sus líderes se abrazaban al dictador ruso como Boris Yeltsin se abrazaba a las destilerías. Veremos qué efecto tendrá esto en el electorado europeo.

Ha dado entidad a un Olaf Scholz sobre el cual no es que se proyectara la sombra de Angela Merkel sino que el actual canciller vivía en un eclipse permanente. Y, de paso, ha hecho que Alemania haya optado -en un movimiento insólito- por aumentar su gasto militar y se haya implicado en el conflicto girando la cabeza hacia el este.

Ha encendido una contestación interna expresada en manifestaciones en varias ciudades, y de las cuales sabemos poco porque a las dictaduras no les gustan mucho las protestas, pero si sabemos que manifestarte en Rusia es detención segura y que en las comisarías no se dedican precisamente a abrazar a los que entran por la puerta esposados. Con lo cual todavía tiene más mérito y demuestra más rechazo social a la invasión.

Ha inoculado a los rusos el miedo a una crisis económica post invasión que puede dejar el país devastado.

Ha creado un sentimiento de orgullo en los ucranianos y ha reforzado su identidad, cosa que ha fortalecido el país de cara al futuro.

Ha convertido al presidente Zelenski, hasta hace no mucho un actor convertido en político, en un héroe en su país -con un 91% de popularidad- y en una especie de estadista muy respetado fuera de Ucrania por la opinión pública internacional y en los despachos de poder.

Los equipos rusos han sido expulsado de todas las competiciones deportivas. Y los siguientes pasos serán echar a los deportistas individuales y la pérdida de los patrocinios de las grandes marcas. Incluso la súper poderosa Gazprom -la empresa que suministra gas a media Europa- ha dejado de patrocinar la Champions masculina de fútbol.

Europa le ha cerrado sus principales medios de propaganda y los músicos rusos ahora tocan en su casa porque no volverán a pisar un escenario del mundo ni en sueños.

Y, sobre todo, Vladimir Putin ha perdido el relato y se ha quedado solo. Con una estrategia del siglo XX ha intentado hacer una guerra como antes y el mundo ha cambiado tanto que no tiene ningún sentido bombardear una antena de TV porque la gente tiene teléfonos móviles. Un crac, el colega.

Sí, seguramente le queda todavía mucho mal por provocar pero que no sea que no acabe teniendo un final estilo Ceaucescu, con aquella mala cara que le quedó. O modelo Radovan Karadžić, con una cadena perpetua como Siberia. Porque los dictadores que pierden el mundo de vista no acostumbran a acabar muy bien.