Llevamos años —décadas, incluso— debatiendo sobre las consecuencias sin atrevernos a mirar las causas. Hablamos de corrupción, de politización de la justicia, de instituciones colonizadas por las siglas de turno, como si fueran plagas bíblicas o accidentes meteorológicos. Pero, ¿y si nada de esto fuera un error? ¿Y si la ineficiencia, el saqueo y la impunidad fueran el resultado exacto para el que fue diseñada nuestra arquitectura política?

Esta semana he tenido la oportunidad de conversar en profundidad con Santos Manuel Cavero López, jurista, doctor y autor de una obra que debería ser lectura obligatoria para cualquier ciudadano que quiera dejar de ser súbdito: La trampa de la democracia. Sobre la perversión del sistema democrático en España (Mandala Ediciones).

No estamos ante un libro más sobre “lo mal que van las cosas”. Estamos ante una autopsia forense del régimen del 78.

La propia Constitución y el desarrollo legislativo posterior se diseñaron para garantizar que el poder nunca saliera de las cúpulas de los partidos

La arquitectura de la mentira: durante nuestra entrevista, Cavero fue quirúrgico en su diagnóstico: vivimos en una ficción semántica. Llamamos democracia a un sistema que, técnicamente, es una partidocracia. Como bien desgrana en su libro, el problema de España no son unos políticos “malos” que han corrompido unas leyes “buenas”. El problema es que la propia Constitución y el desarrollo legislativo posterior se diseñaron para garantizar que el poder nunca saliera de las cúpulas de los partidos.

El autor lo explica con la claridad del experto que no necesita esconderse en tecnicismos:

No hay separación de poderes: el Ejecutivo nace del Legislativo y controla al Judicial. Es un “monstruo de tres cabezas” pero un solo cuerpo: el partido gobernante.

El ciudadano es irrelevante: con el sistema de listas cerradas y bloqueadas, el diputado no se debe a sus votantes, sino al jefe que le puso en la lista. Quien se mueve no sale en la foto, y quien no obedece, no cobra.

La indefensión está garantizada: al no haber contrapesos reales, el ciudadano carece de herramientas para frenar los abusos del poder.

“La trampa”: diseñados para la corrupción.

Uno de los momentos más lúcidos de nuestra charla fue cuando abordamos el concepto de trampa. Cavero sostiene que el sistema genera una selección inversa: no llegan arriba los mejores gestores, sino los más aptos para la supervivencia interna del partido. Esto convierte a las instituciones en agencias de colocación y al presupuesto público en un botín a repartir.

En el libro, Cavero combina su faceta de jurista con la de analista económico para demostrar cómo esta estructura política lastra inevitablemente nuestra economía. No es mala suerte: es que un Estado colonizado por intereses partidistas es, por definición, incapaz de gestionar eficazmente los recursos de todos.

Romper el espejo: lo más inquietante de “la trampa de la democracia” es que nos quita la excusa de la ignorancia. Ya no podemos decir que “no sabíamos”. El libro documenta cómo se han ido desactivando, uno a uno, los controles democráticos hasta dejar el esqueleto de un Estado que es fuerte con el débil y servil con el fuerte.

Como comentamos en la entrevista, la solución no vendrá de quienes se benefician del problema. Los partidos no se reformarán a sí mismos para perder poder. La regeneración, si llega, tendrá que venir de una sociedad civil que despierte del sueño dogmático y exija, no mejores jugadores, sino reglas de juego diferentes.

Os invito a ver la entrevista completa para entender la magnitud de la estafa. Es hora de llamar a las cosas por su nombre.