La mafia es un fenómeno que atribuimos a los italianos y nos quedamos tan anchos, pero mafia hay en todas partes y está bien repartida, como la mala leche. Los italianos, sin embargo, que si una cosa saben es intensificar la vida, si son mafiosos, lo son mucho. La historia nos ha llenado de detalles de clanes, mafias, camorras, ndragheta... todo siempre pivotando en torno a un capo, y de un clan, y de una familia. No hay mafia sin familia.

"Convertíos: un día vendrá el juicio de Dios", clamó el papa Juan Pablo II en una primavera como ahora, pero de 1993, en el Valle de los Templos en Sicilia. Los papas pregonan clamores contra la mafia a menudo: Ratzinger, en el 2010, en Nápoles, contra la Camorra. Bergoglio lo ha denunciado en Palermo. Las organizaciones criminales escuchan, pero por ahora no se han extinguido. Continúan.

Los diez años que viví en Roma me dieron poco margen todavía para captar la realidad mafiosa de manera panorámica, pero pude asistir a algunos indicios. Un aspecto que no podemos olvidar es que a la mafia no la escoges, te escoge. Es de privilegiados protegidos, no de poca sustancia, que buscan un buen árbol donde acurrucarse. La mafia defiende lo suyo. Su gastronomía, su cultura, su herencia, sus intereses. Y sus tradiciones, que suelen ser católicas. Es por eso que en las películas de mafiosos en los EE.UU. tenemos una gran presencia católica; curas (irlandeses -otra mafia- o italianos) que confiesan a los criminales, bautizan a hijos y los casan o entierran a sus muertos.

¿Qué espiritualidad hay tras la mafia? La idea de que Dios está con nosotros, una creencia que nada más escribirla hace traquetear el teclado. ¿Con nosotros? ¿Y qué pasa con los otros? Los otros, si son incómodos, desaparecen, alguien se encarga de la gestión. Católicos, devotos, practicantes, píos. Así son muchos mafiosos empapados de devociones particulares. El retrato robot del mafioso (y mafiosa: las mujeres de la mafia son a menudo la mano que mueve los hilos) es el de una persona que sabe qué es el arrepentimiento, como cantan los Manel: "Siempre llega el momento en que se abre como una flor rara el arrepentimiento". Te asesino, pero me arrepiento. Entrañable. Una especie de ética de la posterioridad, con una dimensión muy individualista de pedir perdón a Dios, pero a nadie más. Algunos de ellos son los primeros, cuando están internados al centros penitenciarios, en reclamar más misas y servicios pastorales. Cuando los persiguen, y se esconden aquí y allí, se hacen construir pequeñas capillas votivas. La virgen no falta nunca. Grandes nombres que ha dejado la mafia como Bernardo Provenzano o Nitto Santapaola frecuentaban también las páginas bíblicas, donde encontraban consuelo. Los obispos, y muchos sacerdotes que trabajan de cerca del fenómeno mafioso, han analizado su existencia y proliferación.

La religiosidad de los mafiosos(...), hecha a medida, es una espiritualidad atea, que no está vinculada con la fe cristiana sino con una devoción desviada hacia María, a quien ven como una especie de diosa que les protege siempre y les absuelve

Es evidente que los espacios que no ocupa el Estado los ocupa la mafia. Si no se ofrecen servicios, económicos, laborales, protección, esta tiene que venir de algún otro estamento. La lógica no es ética, pero es comprensible. El obispo Francesco Oliva, de Locri Gerace, critica la incompetencia estatal y la tilda de ser la principal causa de la falta de desarrollo y progreso. Economía fuera de la legalidad, corrupción, usura, extorsión... el campo está abonado.

La religiosidad de los mafiosos parece popular pero es muy posmoderna: hecha a medida, es una espiritualidad atea, que no está vinculada con la fe cristiana sino con una devoción desviada hacia María, a quien ven como una especie de diosa que los protege siempre y los absuelve. La Madonna, como llaman los italianos a la Virgen, tiene varios nombres según las advocaciones: Madonna della Neve, Madonna della Grazia... y se ha visto a jefes de la mafia porando en sus hombros en procesión estas imágenes religiosas. Y el pueblo, aplaudiendo.

El poder en la sombra se refuerza con la incapacidad estatal para responder a las necesidades de la gente, y afecta a los más jóvenes. El peligro de la mafia no es que sea un fenómeno, sino que es una mentalidad. Quizás no mata tanto, pero la corrupción se extiende. Utiliza más el clientelismo que la criminalidad, la extorsión que el asesinato. Y las mentalidades, las cosmovisiones son muy difíciles de exterminar. El primer paso no es sólo la conversión interior, sino dejar de callar. Y no es el trabajo de los mafiosos, sino de sus cómplices.