Todos hemos dado por hecho que el PSC acabará dando apoyo a los presupuestos de Pere Aragonès, pero la negociación se ha alargado tanto que empiezan a surgir dudas razonables, que diría Cuní. Y eso porque el PSC necesita más que nadie que haya elecciones catalanas antes de las elecciones generales (y quizás de las municipales). Salvador Illa solo tiene asegurada la victoria si tiene el apoyo de la Moncloa, y hoy por hoy las generales son una incógnita. Los socialistas siempre han obtenido el mejor resultado en Catalunya cuando el PSOE gobierna en Madrid.

Y resulta que, para forzar el adelanto de las elecciones catalanas, tiene como única arma tumbar ahora los presupuestos del Gobierno Aragonès. Con 33 diputados y sin presupuestos, el presidente lo tendría francamente difícil para mantenerse, aunque también es imaginable que no tiraría la toalla así como así.

Al PSC le interesan las elecciones catalanas cuanto antes mejor, porque si espera a después de las generales y el PSOE pierde las elecciones españolas, la derrota socialista se encomendaría al PSC, y ante un gobierno de PP-Vox o PP-PSOE, el PSC dejaría de ser la opción ganadora. Y otra consideración: al PSOE también le interesaría afrontar las elecciones generales con la carta de presentación de haber derrotado al independentismo en Catalunya, sobre todo si se tiene en cuenta que el principal, para no decir el único, discurso del PP que le hace daño a Sánchez es su retórica sobre la connivencia con los independentistas.

Cuesta creer que, después de haberse ofrecido tantas veces apelando a las urgencias del momento, los socialistas catalanes se atrevan ahora a tumbar los presupuestos.

Así pues, eso solo es posible forzando el adelanto de las elecciones en el Parlamento con el rechazo a los presupuestos. Probablemente por eso Aragonès está buscando todo tipo de apoyos externos, sindicados, patronales y entidades para presionar a Salvador Illa. Incluso la resistencia que está mostrando al PSC fue motivo de queja y/o súplica en la conversación que tuvo Aragonès con Pedro Sánchez el día de la cumbre hispano-francesa.

Lo cierto es que si el PSC finalmente da apoyo a los presupuestos del Gobierno Aragonès, la legislatura se puede prolongar hasta el 2025. El gobierno de Esquerra Republicana puede parecer muy débil, con solo 33 diputados, pero tiene una mala salud de hierro. Con presupuestos aprobados puede sobrevivir in aeternum, porque ningún grupo tiene la capacidad de presentar una moción de censura con posibilidades de éxito. No lo puede hacer el PSC, porque Junts per Catalunya no le daría apoyo, y viceversa: tampoco el PSC daría apoyo a un candidato de Junts. Y como Aragonès tampoco tiene garantizada la victoria en unas nuevas elecciones, su propósito será alargar el mandato todo lo que pueda ejerciendo de presidente y esperando que a medio o largo plazo recupere una posición ganadora, sobre todo si Junts per Catalunya se pierde por el camino.

Ciertamente, cuesta de creer que, después de haberse ofrecido tantas veces apelando a las urgencias del momento, los socialistas catalanes se atrevan ahora a tumbar los presupuestos, pero en política, más verdes maduran. Solo hay que ver cómo las gasta su referente, el gran Pedro Sánchez.

El presidente español ha demostrado tener una capacidad extraordinaria para gestionar sus enormes contradicciones y acabar rentabilizándolas políticamente, pero ha llegado a un punto que es imposible que alguien, incluso de su partido, pueda confiar en él ni pueda prever cuál será su movimiento táctico inmediato.

Sánchez sabe que en ningún caso Puigdemont será entregado antes de las elecciones generales y que probablemente no lo será nunca.

Sánchez prometió solemnemente que nunca pactaría una coalición de gobierno con Podemos porque "no dormiría tranquilo", y todavía con más solemnidad aseguró que nunca establecería acuerdos con grupos independentistas catalanes. "No contemplo una alternativa de gobierno con las fuerzas que quieren romper el país", dijo. Y después ha conseguido el poder y mantenerse haciendo todo lo contrario de lo que prometió.

Para mantener la mayoría parlamentaria, Sánchez se inventó lo que llamó  "la agenda del reencuentro", propició los indultos y las supuestamente bienintencionadas reformas del Código Penal, y ahora, de repente, ha puesto en marcha todos los mecanismos represivos para conseguir la extradición del presidente Puigdemont en las peores condiciones para él. Sin embargo, en caso de conseguirla, estallaría nuevamente una crisis política en Catalunya que solo favorecería al PP y a Vox y hundiría al PSC.

La opción beligerante de la Fiscalía, y especialmente de la Abogacía del Estado, que sigue los criterios que le marca el Ejecutivo, superando incluso la voracidad persecutoria del juez Llarena, es, sobre todo, teatral y solo se puede entender como una táctica de propaganda electoral de cara a las elecciones municipales y autonómicas españolas del mes de mayo, porque Sánchez sabe que en ningún caso Puigdemont será entregado antes de las elecciones generales y que probablemente no lo será nunca, teniendo en cuenta los precedentes de la justicia belga. Sí que podría pasar, en cambio, que la justicia europea restituya la inmunidad al presidente Puigdemont y que vuelva por la puerta grande, cosa que en Catalunya se celebraría, y a Pedro Sánchez, el PP y Vox se lo comerían.