Quizás influenciado por Los Domingos, la maravilla de Alauda Ruiz de Azúa —básicamente porque te crees a los actores— o por Rosalía, que ahora tiene a Dios nuestro Señor como pareja —y le resulta más fiable que un cantante que no vocaliza—, cojo el aéreo con un grupo de coreanos y mi acompañante y en 5 minutos estamos en Montserrat para la misa de las once.
Hoy en Montserrat está la Federació d’Escudelles, Ranxos i Sopes Històriques (la FERSHC, por sus siglas en catalán), cuya existencia desconocía y no sabía lo que me perdía. Más tarde probaremos un plato de rancho buenísimo. Por el momento, el suprior Bernat Juliol les da la bienvenida a ellos y a nosotros. Y llega la hora de la homilía, que es lo que me impulsa a escribir el artículo. No sé si por la influencia de León XIV, que recientemente recibió la visita de Albert Serra y otras personalidades, pero Bernat Juliol empieza con una referencia cinematográfica.
Seguramente, no nos resultará muy difícil poner rostro a los que, en su locura, no paran de incendiar el mundo con nuevas guerras, conflictos y estulticias
Dice: "En 1975, el irreverente grupo de humoristas inglés Monty Python hizo una película titulada Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores. En este filme, parodiaban al famoso rey Arturo y sus míticos caballeros. Al inicio de la acción, se ve una niebla espesa y empieza a oírse el sonido de un caballo que se aproxima noblemente. Todo tiende a hacer pensar al espectador que aparecerá un señor poderoso montado sobre un hermoso caballo. Sin embargo, la tensión dramática cae en picado cuando de la niebla sale un hombre pequeño y de pocas luces que va dando ridículos saltitos como si estuviera cabalgando. Y detrás de él, va un fiel escudero haciendo golpear un coco reproduciendo el sonido del galope del caballo".
Luego, el monje lo compara con la segunda venida del Señor que estamos esperando, y nos dice que esta no nos decepcionará. Pienso que la comparación no es la mejor que se ha hecho. Pero pronto descubro que Juliol quería hacer una crítica política. "Nuestros humoristas sabían perfectamente qué hacían. Nos avisaban de los peligros de creer en los falsos profetas, en aquellos que, bajo la apariencia de nobleza, no son sino histriónicos caballeros simulando que van a caballo y que con el sonido de unos cocos imitan su galope. Seguramente, no nos resultará muy difícil poner rostro a los que, en su locura, no paran de incendiar el mundo con nuevas guerras, conflictos y estulticias". Bien visto, pienso, ahora sí.
Después, el hombre realiza una disertación sobre no tener miedo a la vida y al futuro y sobre la esperanza, que interesa más a mi acompañante que a mí, porque no soy de los convencidos en la segunda y definitiva venida de Cristo. Bueno, ella tampoco. Así que me quedo reflexionando sobre cómo ha cambiado el cuento. Los Monty Python se reían en La vida de Brian de la religión organizada, el fanatismo, el dogma y el propio Jesús. Y no tengo claro si ahora no se podría hacer ese humor o si lo que era una blasfemia ahora es una peli de Navidad. En cualquier caso, si la Iglesia ha ganado sentido del humor, yo que me alegro. Me han aportado más los Monty Python que los curas. Y gracias al discurso de John Cleese en el funeral de Graham Chapman, sonó una canción de Julio Iglesias en el de mi padre. Que, a ver, tenía un padre —Julio Iglesias, no yo— que hacía milagros. Engendró a los 91 años.