A diferencia de cuatro años atrás, cuando algunos sondeos preveían que Trump podía ganar las elecciones presidenciales contra Hillary Clinton, este año no hay casi nadie que considere probable una victoria de Donald Trump en las elecciones generales del próximo 3 de noviembre.

Y no sólo eso, sino que la situación para el Partido Demócrata parece todavía mejor que en el 2016, porque también las proyecciones tanto para la Cámara de Representantes como para el Senado le son favorables: en la Cámara casi seguro que mantendrán la mayoría ganada en las elecciones del 2018 y en el Senado es mucho probable que los republicanos también pierdan la mayoría.

Si estas previsiones se cumplen, los demócratas volverán a estar en una situación tan favorable como el año 2008, cuando Barak Obama no sólo ganó las elecciones, sino que presidió un gobierno monocolor, con las dos cámaras legislativas controladas por el Partido Demócrata.

Con esta gran probabilidad de recuperar el poder de dos de las tres ramas del gobierno, se podría esperar que los demócratas aprovechen su ventaja para hacer una campaña positiva que no asuste al grupo relativamente pequeño de votantes independientes que, generalmente, deciden el resultado de las elecciones. O incluso, para ganar apoyo de los republicanos que menos simpatías tienen por Donald Trump.

Pero no es así: a 25 días de las elecciones, quieren empezar una lucha nueva para alejar a Donald Trump de la Casa Blanca y lo hacen con la enmienda 25 de la Constitución, que hasta ahora no ha invocado nadie, salvo los mismos presidentes.

Esta enmienda prevé que otra persona tome las funciones del presidente en caso de incapacidad. En toda la historia del país, eso sólo ha pasado dos veces: con Ronald Reagan y con el segundo presidente Bush. Los dos traspasaron brevemente el poder a sus vicepresidentes porque los tenían que anestesiar para una intervención de quirófano.

Todo eso cambia a partir de este viernes, porque la presidenta de la Cámara de Representantes presentó la enmienda al Congreso porque considera que Trump está perdiendo sus facultades mentales.

Una prisa demócrata tan sorprendente cuando casi todo el mundo vaticina una derrota de Trump hace pensar que, a pesar de todo, los demócratas tienen miedo a una reelección de Trump

De hecho, en la desesperación para liberar al país de Donald Trump, esta es una posibilidad que ya averiguaron algunos funcionarios cuando el millonario de Nueva York llegó a la Casa Blanca, pero no la pusieron en práctica. Ahora, Pelosi ya advirtió el jueves a los medios informativos que no faltaran a la sesión de la Cámara del día siguiente, cuando explicaría las razones de la incapacidad mental de Trump: el coronavirus, dice, puede afectar al cerebro, que también puede sufrir simplemente por el efecto de las medicaciones que le dan a Trump para luchar contra la Covid-19.

"El presidente —dijo Pelosi el jueves— está en un estado mental alterado que no sé cómo explicar", una declaración un poco sorprendente porque hace ya cuatro años que no se pueden entender las razones de mucho de lo que Trump dice o hace.

En la práctica, una acción como la anunciada por Pelosi tiene poco efecto por dos razones: técnicamente, porque el Congreso no está en funciones y no hay votación, pero también porque, si Trump fuera declarado incompetente, su lugar lo ocuparía el vicepresidente Pence, con unas credenciales conservadoras bien establecidas, a diferencia de Trump, que se pasó de los demócratas a los republicanos porque era donde había un espacio para su campaña.

Una prisa demócrata tan sorprendente cuando casi todo el mundo vaticina una derrota de Trump hace pensar que, a pesar de todo, los demócratas tienen miedo a una reelección de Trump, especialmente si la economía se recupera de la Covid más rápidamente de lo que se prevé, lo que le tendría que permitir cubrir con cemento los cambios de los últimos cuatro años y pasar de la economía y las relacionas internacionales a la educación y la administración pública.