Puestos a celebrar, quiero celebrar lo que quiera. Hoy no es un día en el que me una a la celebración oficial. Estoy alejada del Día de la Hispanidad, del Día de la Virgen del Pilar y, por supuesto, del Día de la Raza, porque no me identifico con los principios y valores que representan; más todavía si pienso en la huella que han dejado, y siguen dejando, en el mundo. En nombre de patrias, iglesias y razas ―evidentemente no sólo en nombre de estas―, se han impuesto ideas y formas de vida y se ha ido contra la diversidad en todas sus formas posibles. No hace falta, para preservar aquello que tú defiendes o sientes, destruir al resto.

No me quiero identificar, además, porque la historia puede haber sido una y el presente ser completamente diferente, pero no es el caso, muy al contrario. Sólo hay que recordar el papel que tiene el ejército, en forma de desfile, en esta festividad; pero, teniendo en cuenta el caso, esto sólo es la anécdota.

Ciertamente, estamos en un tiempo en que todo depende de cómo se mire ―en el caso de América, se puede hablar de descubrimiento o de genocidio y colonización―, pero esta no es sólo una cuestión de opiniones. Y que quede bien claro que cada uno se puede sentir ―y no lo digo en defensa "de lo mío"― identificado y orgulloso de lo que quiera. Evidentemente también de su tierra y su historia. También por eso tengo problemas con el día de España, porque la hispanidad significa muy especialmente la negación de este derecho a oír|sentir la patria y la tierra que yo quiera, y por lo tanto esta hostilidad reiterando me aleja todavía más del día 12 de octubre.

La piel quemada es una joya que el paso del tiempo mejora porque te hace darte cuenta de que, cuando se va al fondo de las cuestiones sociales, estas son universales e intemporales

Puestos, sin embargo, a celebrar legados, me apetece aprovechar la ocasión para recordar a Josep Maria Forn, fallecido la semana pasada y a quien tuve la suerte de poder conocer personalmente por el azar ―que quizás no lo es― de la vida. Espero que eso no moleste a nadie.

Me llamaron del Ayuntamiento de Blanes porque querían hacer un homenaje a Josep Maria Forn y querían no sólo remarcar la dimensión cinematográfica del personaje, sino también la social. La llamada me encantó ―no por ir a Blanes, que siempre me gusta―, porque utilizaba una película de Forn para mis clases de la asignatura de Sociología de primer curso de la facultad de Ciencias Económicas y Empresariales en la Universitat de Girona. La misma película que abrió el homenaje del día 6 de mayo de 2016 en el Teatro de Blanes: La piel quemada.

La piel quemada es una joya que el paso del tiempo mejora porque te hace darte cuenta de que, cuando se va al fondo de las cuestiones sociales, estas son universales e intemporales. La nuestra es una sociedad que cambia poco, cuando menos en los hechos estructurales, aunque nos parezca que lo hace mucho. Nos cuesta identificar el maquillaje y por eso vamos tan despistados. Las principales paradojas de las condiciones y del estilo de vida explicadas a partir del hecho migratorio en la costa catalana que hierve con la incipiente fiebre turística de los años sesenta muestran de manera descarnada cómo es nuestra sociedad, también hoy en día. Os invito a que la miréis, aprovechando que muchas y muchos no tenéis que ir a trabajar; o cuando menos que suméis esta recomendación a las habituales sobre qué ver en las diferentes plataformas de entretenimiento en línea.