Podría parecer una noticia del corazón, si no fuera porque la monarquía no es una cuestión de chismorreo rosa, sino de oscura información, desgraciadamente imbricada con las necesidades, los intereses y la vida de todos nosotros. Especialmente para los catalanes, no por nada la monarquía existe por tres motivos, y uno de ellos es el de garantizar la unidad de España. Los otros dos complementan y explican por qué un dictador nutrido en las fuentes del falangismo (es decir, del fascismo español), poco afecto a los Borbones, decidió ungir a Juan Carlos como futuro rey. Porque, aparte de imponer una unidad militarmente tutelada, con el rey de garante, también aseguraba los intereses y privilegios de la casta familiar que, desde Felipe V, ha tejido un tupido entramado de negocios. Y, por el camino, garantizaba, como dice Vicenç Villatoro, que el franquismo sociológico "no quedara desalojado del escenario político, mediático y social" en la nueva etapa democrática. Unidad de España, negocios espurios e impunidad franquista, estos fueron los tres pilares sobre los cuales se asentó una monarquía que nacía moralmente corrupta y se consolidó en una corrupción global. Sobra decir que el pacto de la Transición selló toda esta montaña de estiércol, y de aquí vienen los males de la agujereada democracia española.

Desde esta perspectiva, es evidente que la noticia que daba el otro día Pilar Eyre —la cabeza mejor amueblada de la información del corazón—, no era material de cotilleo picante, simple banalidad, sino pura dinamita política: la reina Letizia recibió al presidente de Colombia (que, por cierto, ha sacado los colores a la España "imperial") con una tiara nada inocente. Actualmente, se llama "corona floral", pero en realidad es conocida como la corona de Franco. En síntesis, se trata de una tiara creada en tiempo de Alfonso XIII, vendida en el exilio y comprada por Franco, y regalada a Sofía, en 1969, por su boda. Es decir, y en boca de la propia Pilar Eyre, se han suprimido monumentos franquistas y títulos concedidos por Franco, pero la reina actual no tiene manías en utilizar la corona del dictador. Dictador que, como hay que recordar, fue un asesino de masas que mató hasta el último día. Ergo, se trata de una corona de sangre, pero si cubre una cabeza borbónica, no importan los dictadores, los asesinatos y las víctimas.

Como ha habido fugas en el pantano del emérito, hay que dar un poco de carnaza a la plebe, para que crea que, con respecto a la monarquía, España es europea y vive en el siglo XXI

Cosa que no es ninguna sorpresa, porque la historia de los Borbones españoles es el relato de un cenagal de corrupciones, intereses, represión y carcúndia que ha caracterizado los últimos tres siglos españoles, con Juan Carlos como último exponente del culto a la inmoralidad. No solo por el espectáculo de amantes, lujo desaforado, obsesión por el dinero, amistades del petrodólar y el resto de los pecados de la lujuria y la avaricia, sino porque, encima, se ha permitido ser defraudador de Hacienda en el mismo país donde era el jefe de estado. Como si no fuera el jefe de estado de una democracia en la Unión Europea y en pleno siglo XXI. O, más propiamente dicho, como si fuera lo que parece haber sido, el jefe de estado de una monarquía bananera.

Ahora, después de los diversos capítulos del sainete real —comisiones, sumarios judiciales, utensilios de contar dinero, Corinnas y elefantes, millones volando en jets del petrodólar y la propia burla a Hacienda—, llega el momento de la prole real, que, según los entendidos en la materia, promete sacar hijos de bajo las alfombras. En realidad, todos los cronistas de la cosa —con Eyre al frente— han hablado a menudo de los hijos del emérito, pero un libro reciente pone nombres y apellidos a una supuesta hija, y eso siempre es muy jugoso para las tertulias del cotilleo. Parece que el libro en cuestión, King Corp. El imperio nunca contado de Juan Carlos I, también habla de "el inmenso conglomerado económico", de las rutas del dinero, de la propiedad inmobiliaria, de los hombres de paja y, también, de las familias cortesanas que se han enriquecido a la sombra del monarca. Un libro, pues, que promete levantar las alfombras. Pero, lo han escrito dos hombres de El Confidencial, el poderoso digital que bebe directamente de las fuentes de Interior e inteligencia, dato el cual es bastante curioso. Buenos datos..., rey Juan Carlos..., fuentes privilegiadas..., El Confidencial..., hum...

Sin duda, el rey emérito quedará tan pringado como ya lo está. Pero por mucho que descubra el libro, nada ya tiene ningún valor, porque Juan Carlos se ha convertido en el banco malo de la Borbonada, es la Sareb de la monarquía, y por mucha mierda que le caiga ahora encima, se digiere toda sin problemas. El emérito está amortizado, como está amortizado el escándalo que representa, y ya no viene de ahí. Tal vez este es el punto, dirigir toda la mugre al jubilado, para poder salvar al hijo que ostenta ahora la corona. ¿No será, al fin y al cabo, eso, una operación de salvamento del rey actual, haciendo creer que todo este mecanismo de enriquecimiento impúdico no era el negocio familiar (que lo digan a Urdangarin), sino la simple obsesión de un pobre avaricioso? ¿No será un intento de desviar completamente la atención para hacer creer que hay transparencia y que Felipe VI está limpio de polvo y paja?

Sospechar es, en la piel de los catalanes, un ejercicio de supervivencia. Y es obligado sospechar porque, primero, no existe la transparencia sobre la monarquía. Es una mentira superlativa, una fake new de parvulario, una gran estafa. Justamente porque la monarquía representa lo que decía al inicio —unidad de España, normalización y blanqueo del franquismo y garantía de negocios cortesanos—, es totalmente opaca, más allá de las cuatro migajas que nos dan para comer. El rey está al margen de las urnas y al margen de las noticias, y el blindaje es absoluto. Pero como ha habido fugas en el pantano del emérito, hay que dar un poco de carnaza a la plebe, para que crea que, con respecto a la monarquía, España es europea y vive en el siglo XXI. Salvar a Felipe VI, aunque sea hundiendo más a Juan Carlos I, que ya está totalmente ahogado. Sí, salvar al soldado Felipe, esta es la intención y esta es la maniobra.