Decidí asistir a la manifestación de ayer cuando Gabriel Rufián apareció en el FAQS de TV3 choteándose con paternalismo de “la burbuja del independentismo mágico” después de haberse pasado unos añitos contándonos que la independencia llegaría mañana, que ni un paso atrás y que en Madrid sólo se iba a hacer diplomacia. Me cabreé muchísimo, aunque sé perfectamente que no hay nada de bueno que pueda nacer del cabreo. Pero a menudo la mala leche acaba cuajando en miel y ayer pude comprobar que muchos conciudadanos no tenían ningún tipo de problema en celebrar al mismo tiempo su independentismo y el enfado contra unos líderes que, según el idiolecto de Joan Tardà, le acusan a uno de ingenuo o estúpido no sólo por haber creído en sus promesas, sino también en la aplicación de las leyes que votaron hace un año en el Parlament. Se puede trolear durante un tiempo, pero la falsedad siempre acaba hundiéndose.

Los ciudadanos podemos ser burros o ingenuos, pero intentamos no ser idiotas toda la vida, y empezamos a estar muy hartos de los mercaderes de ilusiones. Yo anduve a la manifa enojado, pero volví a casa muy contento. La semana no había sido nada fácil. Hace pocos días, Enric Vila me contaba como Mònica Terribas lo había despedido de las tertulias de El Matí de Catalunya Ràdio afirmando que crispaba demasiado el ambiente y que ahora el país necesitaba más calma (nota informativa: en el mismo espacio, y me parece de coña, participan Jordi Cañas y el exministro Margallo, sin que los rizos de la diosa radiofónica se ondulen más de la cuenta). Días antes, la dirección de la radio pública había eliminado mi sección sobre filosofía en el programa L’Estat de Gràcia, justo después de haber pactado la renovación con el director del espacio. Todo sin dar la cara, con la nocturnidad de la mafia.

El autonomismo no sólo es una táctica de represión, sino una filosofía que te impulsa a sentirte fracasado e impotente

No me dedico a lloriquear, porque el curro viene y se va; es ley de vida y es bueno que así sea. Yo no poseo ningún espacio radiofónico en propiedad, ¡sólo faltaría! Pero cuando se castra la libre opinión de alguien, simplemente porque uno no compra la doctrina procesista y encima tiene la noble intención de hacer pensar un poquito al vulgo, pues después que nadie venga a tocarme las pelotas con discursitos sobre Valtònyc y la libertad de expresión de su tía. Todo lo que cuento no es una anécdota personal: todos habéis podido comprobar como, últimamente, los medios catalanes han experimentado un curioso resurgir de articulistas y opinadores convergentes de toda la vida que pretenden entrar de nuevo en nuestras autonómicas vidas con la ametralladora del seny. Afortunadamente, como decía antes, la peña ya no se mama el dedo y empieza a oler el excremento antes de que lleguen las moscas.

Diría que empieza a haber muchos ciudadanos a quienes la performance anual y la compra de camiseta para la mani ya cansa mucho, y no por vaguería o falta de sacrificio, sino porque no están dispuestos a participar en un blanqueo de la estelada que acabe en un Estatut insuficiente. El autonomismo no sólo es una táctica de represión, sino una filosofía que te impulsa a sentirte fracasado e impotente. No lo permitas. Que emerja siempre la verdad. Y quien mercadee con tus ilusiones, ya lo sabes, pasa automáticamente al bando enemigo. Se’ns gira molta feina.