La tribu tiene un nuevo filósofo en el panteón de los sabios y se llama Artur Mas: bienvenido al negociado de las ideas, muy honorable colega. Como saben, en eso nuestro del pensamiento nos peleamos a menudo con la verdad y la mentira, y hay que decir que Artur ha irrumpido en la sempiterna discusión de los rumiadores con una idea que ha superado a la mayoría de sus ilusos imitadores. Porque el 129 no sólo ha regalado el carácter de simbólico a la declaración de independencia del 27-S, como ya hace casi todo el mundo (¡resulta que tenemos un Parlament que aprobaba leyes simbólicas y nosotros sin saberlo!), sino que ha remachado el clavo diciendo que eso de proclamar la independencia, más que una mentira, fue una exageración. Según la teoría de Artur, se ve que eso de las hipérboles es una cosa muy natural de la política, porque a menudo hay que decorar un poco la realidad para que parezca más bella.

"A veces un argumento se exagera o se hincha", decía tranquilamente el 129 miércoles pasado en Rac1 al amigo Jordi Basté, que a menudo ponía una voz de no acabar de creerse lo que escuchaba. Vista la teoría made in Mas sobre la exageración, a partir de ahora no sólo tendremos que filtrar las promesas de nuestros políticos a través de la conocida y noble tarea del fact checking (a saber, de la máxima correspondencia entre aquello que nos dicen que harán y lo que en efecto suceda al bellísimo mundo de la realidad), sino que también tendremos que calibrar el discurso de nuestros mandatarios según su nivel de exorbitancia retórica. Si a partir de ahora te dicen que se implementará (ecs) la República, ¡no te creas que se repescarán las leyes de transitoriedad para aplicarlas de una puñetera vez! ¡Sé más literario, manso, y cógetelo todo como una simple declaración de intenciones literarias!

Realmente, somos un pueblo único en el mundo, porque toleramos que un pensador como Mas nos aleccione sobre retórica, después de reconocer con gran alegría que todo el proceso de independencia era materia libresca

Fijaos si somos tontos. ¡Habíamos pensado que Donald Trump era uno de los coautores de esta mandanga de la postverdad y ahora resulta que tenemos un paladín en casa! Realmente, somos un pueblo único en el mundo, porque toleramos que un pensador como Mas nos aleccione sobre retórica, después de reconocer con gran alegría que todo el proceso de independencia era materia libresca. La cosa tiene gracia, porque fue el mismo 129 quien nos había prometido unas elecciones, las del 27-S, que serían "el referéndum que no nos han dejado hacer", unos comicios que él mismo declaró ganados (en cuatro idiomas) pero que no nos regalaron la gracia de la independencia. Supongo que eso de las estructuras de estado con que el 129 especuló durante casi un lustro debieron ser también una cosa propia del arte de forzar las palabras y los conceptos. Realmente, este poeta no tiene límites.

Vista la nueva perspectiva de la política catalana, donde cosas tan nimias como una declaración de independencia se subsumen en el ámbito del símbolo o de la retórica, propongo solemnemente que, a partir de ahora, el Parlament pase a renombrarse como Real Academia de Buenas Letras de Catalunya, que sus diputados sean a su vez nombrados académicos y que, a partir de ahora, las votaciones de esta nueva entidad pasen a ser equiparables a un concurso literario cualquiera. Porque, en eso tiene razón Artur, con este nivel de sordidez política más vale evadirse poéticamente que estar todo el día pensando en cómo nos han tomado el pelo.