Un fantasma recorre los despachos más influyentes, bien informados y mejor pagados de España inquietando y poniendo de los nervios a sus inquilinos. Los mensajes de WhatsApp y Telegram de los más poderosos y enterados echan humos de preocupación e incredulidad. Tertulianos, creadores de opinión y líderes políticos no pueden esconder su asombro y su pasmo mientras la noticia se confirma día tras día. Efectivamente, ni de centro, ni liberal, ni reformista, ni siquiera constitucionalista; antes que nada y, sobre todo, Albert Rivera es de derechas.

Naturalmente no se trata de que en tan selectos ambientes les parezca mal que el líder naranja sea de derechas. Al fin y al cabo, todo son gente de orden. Lo que les parece inconveniente es que se muestre tan de derechas justo ahora, cuando hace falta un partido de centro, liberal y reformista que aleje a Pedro Sánchez y al PSOE de cualquier tentación izquierdista, nacionalista o populista.

Albert Rivera no ha venido a este mundo ni a la política española para salvar a la nación, al Estado, a la monarquía o a la Constitución. Ha venido para ser presidente del Gobierno

A fin de cuentas, la criatura había nacido con esa misión y para eso se la alimentó y cuidó durante años de loar las impresionantes habilidades de su líder y magnificar sus impresionantes avances demoscópicos. No debe extrañar a nadie que muchos de sus patrocinadores paseen ahora por la vida pública española tan espantados como el doctor Frankenstein ante el desorden causado por su propia creación.

El esperpéntico episodio vivido con el aplauso fake del presidente de la República francesa, Emmanuel Macron, a los pactos y alianzas de Ciudadanos prueba, tanto el grado de estupor que causa a muchos descubrir que Rivera no es quién pensaban, como el grado de papanatismo de un país donde se escucha con reverencia la opinión de cualquiera solo por el hecho de que viva fuera.

Albert Rivera no ha venido a este mundo ni a la política española para salvar a la nación, al Estado, a la monarquía o a la Constitución. Ha venido para ser presidente del gobierno. Es lo único que importa. Para lograrlo está convencido de que acabar con el sanchismo es la llave de la Moncloa y que la derrota del demonio sanchista solo puede lograrse desde la derecha y enardeciéndola agitando al máximo sus temas favoritos: la patria en peligro, vienen los rojos y el que no quiera ser español, que se joda.

Cuando el Partido Popular se canse de hacerle de Celestina, pactará con Vox y con quien haga falta y hará lo que tenga que hacer para hacerse la cabeza de la derecha. Esta es, hoy, la única evidencia cierta e inamovible que existe en la política española. No va a cambiar en toda la legislatura. Solo quién haya escuchado únicamente aquello que quería oír cuando Rivera habla de soberanía, derechos políticos y civiles, economía, fiscalidad, derechos sexuales, feminismo o inmigración puede sorprenderse ahora ante semejante descubrimiento.