En Catalunya pasa que —muy de vez en cuando, quizás una sola vez cada lustro— esta curiosa forma biológica llamada convergente va y nos dice la verdad. Cuando sucede la efeméride en cuestión, no nos pongamos optimistas, la afectación suele surgir de una especie de descuido medio freudiano que no tiene nada honesto ni intencional. Así ocurrió cuando Artur Mas, el Molt Honorable que ha tenido siempre la innegable virtud de intercambiar la astucia por la mentira, afirmó que uno de los principales beneficiados de la amnistía sería el PP. Mas no se refería, obviamente, a los policías que visitaron Catalunya para golpear a la abuela y dejar inertes el ojo o el paquete de algún conciudadano, ni siquiera a los mandos policiales que los enviaron al Port de Barcelona con esa misión; pensaba, obviamente, en las altísimas instancias del PP y, todavía más en concreto, el cenáculo de Mariano Rajoy.

Como os podéis imaginar, las declaraciones del Molt Honorable 129 se explican por su narcisismo enfermizo de tono victimista. Para resumirlo de forma breve, el antiguo president piensa que incluso una cosa tan rígida como el periodismo (¡y la justicia!) español certificará la guerra sucia de Rajoy contra su persona. Impartida la justicia divina, Mas podría decir finalmente que España lo alejó de la Generalitat con mucho más frenesí que la CUP, con lo cual se mostraría ante todo dios como una especie de presidente restituido (en nuestro país, aunque ahora parezca cachondeo, nuestros políticos habían prometido eso de la restitución de los cargos electos como una cosa que iría más allá de los efectos simbólicos). Como ha manifestado manta vez, el Astuto es un político que —así lo diría Joan Fuster, burlándose de Protágoras— siempre acaba creyéndose que él es la medida de todas las cosas.

Rajoy y el PP hicieron el trabajo sucio a Sánchez con el 155 (regalándole un independentismo absolutamente cautivo) y ahora el presidente español remata la jugada con una amnistía que lo pacificará durante unos cuantos años

A pesar de tanto cachondeo, la profundidad de lo que dijo Artur Mas resulta mucho más interesante. A un nivel de política autonómica, el expresident de la Generalitat sabe perfectamente que —en caso de necesitar los votos de Junts para aterrizar en la Moncloa— un político regionalista simpático como Alberto Núñez no habría tenido ningún problema para firmar la amnistía punto por punto. De hecho, a Feijóo ya le parecería bien que Junts devolviera al peix al cove de siempre porque, de cara a la gobernabilidad de España, se entendería mucho mejor que con los friquis de Vox. En este sentido, si Sánchez llega a perder la trona, el PP se beneficiaría del indulto general para situar el marcador a cero con el nacionalismo catalán de la misma manera que Aznar hizo con Pujol en el pacto del Majestic. Al fin y al cabo, antes de la aventura del 9-N, lo único que Mas pidió a Rajoy era la misma especie de "financiación singular" que quiere Pere Aragonès.

Pero los beneficios de la amnistía para el PP pueden ser todavía más sustanciales que un simple retorno a la politiquería. Para explicarlo va muy bien pensar en la misteriosa resurrección que ha tenido la Operación Catalunya en la prensa del país y el supuesto hallazgo según el cual Rajoy habría tenido información de todas las contorsiones fraudulentas de su ministro Fernández Díaz (un ejemplo de breaking news absurdo, pues, como sabe incluso un enano, el expresidente español conocía de sobra todo aquello que se arreglaba en la cúpula policial de su administración). Las noticias —o, en este caso, la ausencia de una noticia— siempre se explican por el oportunismo del contexto: si ahora se resucita la Operación Catalunya es solo para que el independentismo pueda pedir la implicación de Sánchez en la cacería legal contra el PP y también para que los partidos catalanes se ejerciten en el arte del victimismo.

De hecho, cuando Sánchez declaraba hace pocos días que habría que investigar a fondo las cloacas del Estado (con un esfuerzo notorio para que no se le escapara la risa), el presidente sabía perfectamente que Rajoy y sus ministros pueden respirar la mar de tranquilos, porque él no moverá ni un sol dicho a fin de que paguen su negligencia. Al límite, Rajoy y el PP hicieron el trabajo sucio a Sánchez con el 155 (regalándole un independentismo absolutamente siervo) y ahora el presidente español remata la jugada con una amnistía que lo pacificará durante unos cuantos años. Gane quien gane en el futuro, como saben bien en Madrit, la cuestión siempre acaba siendo allanar el terreno para que el Estado no salga perdiendo; mientras España cumple con el trabajo que tiene que hacer un estado —a saber, sobrevivir al coste que sea— aquí tenemos a Xavier Trias lloriqueando porque consideraba a Mariano Rajoy un amiguito suyo.

Al PP no solo le falló la aritmética electoral en las últimas elecciones. El llamamiento a una revuelta funcionarial-ciudadana de Aznar ha fracasado notoriamente y la sede de Ferraz ya vuelve a vivir bien tranquila sin la presencia de cayetanos. Al PP solo le queda abrazar una amnistía que también es suya, condición de posibilidad para que recupere la centralidad política. Si no lo hace, solo seguirá coleccionando cadáveres políticos como Feijóo y coincidiendo en la foto con banderas preconstitucionales (cosa que a sus amigos de Europa les hace bien poca gracia). Hoy por hoy, Rajoy no necesita ser fuerte; solo seguir disfrutando de su jubilación funcionarial, quién sabe si bien satisfecho de haber detenido aquello que solo él y la derecha española veían como un intento lo bastante serio de cara a romper la unidad de España. Ay, angelito mío.