Hace unos días, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) nos regalaba unos datos que ocuparon muchos titulares: el 44,1% de los hombres en España creen que la igualdad de las mujeres ha avanzado demasiado. La pregunta en ella misma es un problema grande por tendenciosa y machista, sin embargo, independientemente de eso, lo cierto es que ha puesto sobre la mesa hacia dónde se quiere llevar el relato —con respecto a la lucha por la igualdad entre mujeres y hombres— a finales de este cuarto de siglo: es a los hombres a los que no se les respeta ni oportunidades ni derechos. ¡Son ellos los discriminados!

No sé cuánto tiempo tardará, pero me parece que si hacemos caso al rumor que se oye ya hace días, y que se intensifica por momentos, no se hará esperar mucho el día en que se reclamará, como festividad conmemorativa, el Día de los Hombres. Hombres como sinónimo de colectivo discriminado y necesitado de protección ante un mundo, unas normas sociales y legales que les lesionan derechos y oportunidades. De un nuevo orden social que los persigue y oprime. Me parece también que puede ser que la etiqueta que se escoja sea la misma de 8-M, puestos y dispuestos como están a usurpar cualquier espacio que las mujeres hayamos conquistado.

Sí, la tontería deja sin palabras, pero no nos tenemos que quedar mudas ante este embate por mucho que nos parezcan ridículas las aportaciones que en este sentido se hacen, dado que no son inocuas.

El mundo está cambiando, más de lo que parece, pero realmente se ha transformado mucho y de manera profunda y ya no es posible un único relato dominante

Solo haciendo una pequeña recopilación de noticias recientes se ilustra el fenómeno, que va desde señalar que no hay paridad en la entrega de los despachos a los nuevos jueces porque hay más mujeres que hombres; hasta que un padre se declare mujer para así, según él mismo, conseguir que sean más respetados sus derechos; pasando por los 37 funcionarios entre policías y militares que ahora, de golpe, han adoptado nombre de mujer.

Así se alimenta el relato, aunque sea con ejemplos directamente esperpénticos, de que los avances en la igualdad entre mujeres y hombres tienen en realidad un efecto de discriminación sobre los hombres, sus oportunidades y sus derechos como ciudadanos. Cosa que permite alejar el foco que se tendría que poner en los privilegios que el sistema patriarcal ha blindado para los hombres tradicionalmente y que se mantienen vigentes.

¿De dónde viene, sin embargo, el cambio de foco? Del hecho de que el blindaje ya no es tal, tiene resquicios cada vez más grandes, más incisivos, y eso no gusta a unos cuantos, muchos más de los que lo confesaban hace un tiempo y que ahora no pueden reprimir su frustración y enfado ante la democratización de género de los espacios y los atributos considerados masculinos o, en todo caso, de hombres.

El mundo está cambiando, más de lo que parece con datos como los que acabamos de reseñar, pero realmente se ha transformado mucho y de manera profunda y ya no es posible un único relato dominante. Lo tienen difícil para hacerse las víctimas, porque, por mucho que tengan un gran afán por desviar, negar e invisibilizar su posición de privilegio(s), demasiadas mujeres, y algún hombre que lo reconoce tanto en público como en privado, sabemos que existe.