Fernando Alonso vuelve a ser protagonista en Fórmula 1, pero esta vez no por su rendimiento en pista, sino por el creciente malestar que está generando entre sus compañeros de parrilla. El piloto asturiano, conocido por su carácter combativo y su franqueza, ha intensificado en los últimos grandes premios una actitud que muchos de sus colegas consideran conflictiva. Las tensiones han alcanzado un nuevo punto crítico tras el reciente Gran Premio de Canadá, donde su comportamiento ha sido duramente cuestionado por varios rivales.

En esa carrera, Alonso finalizó en séptima posición, pero al término del evento no dudó en expresar públicamente, ante las cámaras de televisión, que a su juicio debía haber acabado cuarto. Señaló con claridad a tres pilotos —Antonelli, Piastri y Leclerc— como responsables de supuestas infracciones durante el periodo de coche de seguridad. Alonso defendió que los tres le habían adelantado de forma irregular y pidió una sanción para todos ellos, convencido de que el reglamento le daba la razón. Sin embargo, la dirección de carrera no encontró motivos para penalizar a ninguno, y los resultados se mantuvieron.

Este tipo de declaraciones, en las que Alonso se erige como voz crítica e intenta condicionar decisiones fuera de la pista, están desgastando su relación con el resto de la parrilla. Aunque este tipo de comportamientos no son nuevos en su trayectoria, lo llamativo es la acumulación reciente de situaciones similares, que lo colocan en el centro de múltiples controversias. Son varios los pilotos que comienzan a verlo más como un elemento perturbador que como un referente competitivo.

Un veterano cada vez más aislado en el paddock

Alonso, con más de dos décadas en la élite, continúa mostrando un alto nivel de pilotaje. Sin embargo, su experiencia ya no sirve como escudo ante las críticas. Muchos compañeros, especialmente los más jóvenes, interpretan sus intervenciones públicas como intentos de desviar la atención, influir en los comisarios o ejercer presión sobre el reglamento en su propio beneficio. El episodio de Canadá refuerza esa imagen de piloto que busca conflictos innecesarios y que no duda en señalar a otros incluso sin respaldo de los jueces.

 

Lo destacable en este caso es que el rechazo a su figura no proviene solo de un sector concreto, sino que comienza a extenderse de forma generalizada. Mientras algunos lo ven como un competidor brillante pero complicado, otros ya lo perciben como una figura incómoda dentro del campeonato. Las reacciones de los pilotos al ser preguntados por sus palabras son cada vez más frías o evasivas, y en algunos casos, abiertamente críticas.

La actitud del español contribuye a aumentar la tensión en un entorno ya exigente por naturaleza. Su insistencia en querer corregir desde fuera lo que ocurre en la pista ha abierto una grieta entre él y buena parte del grupo, que empieza a distanciarse tanto personal como profesionalmente. Alonso sigue siendo una figura influyente, pero el respeto que genera por su trayectoria empieza a verse eclipsado por su tendencia a protagonizar conflictos que, para muchos, podrían evitarse.

El clima en la Fórmula 1 actual exige colaboración, respeto y convivencia competitiva. Fernando Alonso, lejos de alinearse con esa dinámica, parece decidido a seguir en su papel de voz discordante, aunque ello lo aísle cada vez más del resto del paddock.