"Decir que Bernie Sanders puede ganar las elecciones ampliando las bases y el número de votantes es tan estúpido como negar el cambio climático", decía hace unos días James Carville, antiguo asesor político de los Clinton. Las dudas de muchos demócratas de abolengo se manifestaron durante la madrugada del miércoles.

El partido demócrata respira momentáneamente. Han parado el momento Sanders. Joe Biden, el ex vicepresidente de Barack Obama y favorito entre los demócratas moderados, sale reforzado del Supermartes, la jornada de primarias en 14 de los 50 estados. Quedaron decididos un tercio de los delegados para obtener el nombramiento demócrata y Sanders, pese a obtener victorias interesantes en California, Utah, Colorado y Vermont, ha mostrado sus debilidades a escala nacional.

Tras los desastrosos resultados en el caucus de Iowa y las primarias de New Hampshire, muchos analistas daban a Biden por muerto. Pero ha hecho un Clinton. El marido de la no-presidenta Hillary arrancó cuesta arriba en 1992 en esos mismos estados. Finalmente, sin embargo, ganó las presidenciales. Biden, que había empezado su carrera electoral en abril de 2019, ha encabezado las encuestas buena parte del año pero el hype Sanders lo ha engullido por momentos. El senador de Vermont ha aprendido de la campaña de 2016 y ha reforzado su estrategia con un amplio movimiento socialdemócrata que asusta al establishment del partido demócrata.

Mientras Sanders vencía las batallas previas, el segundo lugar de Biden en Nevada y su victoria en Carolina del Sur hacían prever un Supermartes muy caliente. Así ha sido. Biden ha resucitado. Se ha levantado y ha andado con victorias en Virginia, Carolina del Norte, Tennessee, Alabama, Arkansas, Massachussets, Texas y Minnesota.

La victoria de Biden en Texas es un golpe dura para Sanders, que ha trabajado de forma extraordinaria el voto latino. En un país con un electorado mucho más diverso que hace cuatro años, será fundamental poner el foco no sólo en los latinos sino también en los jóvenes y las minorías. Los Estados Unidos WASP de Donald Trump son cada vez menos evidentes. En algunos debates, Biden no ha sido ni mucho menos el mejor. Se ha mostrado errático y poco contundente, pero ha trabajado a fondo las comunidades afroamericanas, gracias al apoyo de Obama.

Por otra parte, estas primarias al estilo de los Juegos del Hambre han dejado por el camino a candidatos muy esperanzadores como Pete Buttigieg, Amy Klobuchar y Beto O'Rourke. El apoyo de los tres ha potenciado el papel de Biden como candidato moderado y aglutinador de un partido que busca recuperar el orgullo tras la gran decepción de Hillary Clinton ante el recién llegado Trump.

No digas trigo... Con el filtro europeo, las elecciones estatudinenques se ven como el gran momento para el socialista Bernie Sanders. Se lo ha tildado de mito antes de tiempo en las últimas semanas. Es cierto que el movimiento a su alrededor está obteniendo resultados espectaculares y todavía tiene mucho recorrido. La victoria de Trump en 2016 muestra que el apoyo de las estructuras de los partidos no es tan decisivo. Sanders podría ser el Trump que los demócratas necesitan.

Volvemos a la tierra. Sanders está a medio camino, tiene que aprender del Supermartes y buscar un revulsivo si quiere pasar de mito a candidato.

Ttras el Supermartes, Mike Bloomberg, que ya ha gastado 500 millones en publicidad electoral, y Elizabeth Warren, han abandonado. En las próximas semanas veremos una lucha cruenta entre Sanders, Biden y Trump. El actual presidente, tras el frustrado impeachment, quiere saciar su sed a su venganza con los demócratas. Peligro. Su capacidad de inmersión en una campaña teóricamente ajena es muy grande.

Miquel Pellicer es periodista y editor de TrumpLand Media