1. Palerm. Piazza Ruggiero VII angle Libertà. Inici de la nostra aventura. Cedida Dolors Pelegrí
1. Palermo. Piazza Ruggiero VII esquina Libertà. Inicio de nuestra aventura. Cedida Dolors Pelegrí

Palermo es la “prima siciliana” de Barcelona. Y no es una expresión de balde. O una frase hecha, sin más. Los almogávares -la icónica infantería de marina catalana de la Edad Media-; los reyes de la Casa de Barcelona -los monarcas catalanes medievales-; Madona Astasia -la creadora de la primera institución de protección a la infancia de la historia de la humanidad-; el secuestro de la reina María de Sicilia -por orden de su abuelo, el rey catalán Pedro III -la versión medieval del rapto de Helena de Troya-; revelan una historia de vivencias compartidas -de juegos de infancia y descubrimientos de adolescencia- entre Catalunya y Sicilia. Una historia que nos dice que Palermo es la “prima siciliana” de Barcelona; y Barcelona, la “prima catalana” de Palermo.

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2. Palermo. Porta Nuova. Cedida Lluïsa Tantinyà (1)

2. Palermo. Porta Nuova. Cedida Lluïsa Tantinyà

Palermo es, también, una ciudad de misteriosos secretos. Ocultos en discretos edificios históricos que no aparentan la belleza que custodian en su interior; o en inesperadas catacumbas, que contienen la clave que explica los grandes fenómenos políticos y sociales de la historia de la ciudad y de la isla. Misteriosos secretos que se revelan, también, a través de la gastronomía y de la enología, y que nos conectan con las generaciones pasadas. La triada formada por li nanni (las abuelas); li carrettu (los carros) y li puppi (los títeres)  Misteriosos secretos que perviven en el aire que corre -invisible, inaudible e inodoro- por las calles y placitas; y por los mercados y tabernas de la parte histórica. Un aire especial que te envuelve y que te embruja. Esto es Palermo y esto es lo que hemos ido a “descubrir”.

3. Palerm Barri del Monte di Pietà. Cedida Rosa Massagué
3. Palerm Barrio del Monte di Pietà. Cedida Rosa Massagué

Primera jornada de nuestra “aventura palermitana”

Nuestra “aventura palermitana” comenzó en el aeropuerto de Barcelona. Tras facturar equipajes, volamos hasta Palermo. Dos horas. Palermo nos esperaba con el cielo encapotado y las calles regadas; pero no nos impidió vivir nuestra primera “experiencia palermitana”. Desde nuestro campamento base, situado en la Piazza Ruggiero VII, nos adentramos en el Palermo tradicional y castizo. En este “descubrimiento” no podíamos obviar el Teatro Massimo -coliseo local de la ópera, construido en la época de Garibaldi- que “exploramos” por su interior. Y, tampoco, podíamos olvidarnos de Quattro Canti, cuatro monumentales grupos escultóricos sobre las paredes de los chaflanes del cruce de calles más famoso de Palermo y de Sicilia.

4. Quattro Canti. Cedida Miquel Solà
4. Quattro Canti. Cedida Miquel Solà

Visto el Màssimo y Quattro Canti; iconos del turismo local, tocaba conocer aquella parte más oculta a los ojos de los forasteros. Y nos adentramos por los callejones que bajan hacia el antiguo mercado de la Vucciria (que no significa de los “vómitos” -que sería su voz en siciliano- sino que es una adaptación local del francés boucherie); y paseando aquellos viales antiguos y sinuosos, a veces anchos y a veces estrechos, pavimentados con grandes losas de piedra y salpicados de casas de arquitectura tradicional, llegamos hasta una osteria (restaurante) totalmente desconocida por los forasteros pero muy apreciada por los locales. En esta osteria tuvimos el primer contacto con la cocina tradicional siciliana y con el “Nero d’Àvola”, el fantástico vino siciliano.

5. Palerm. Mercat del Cap. Cedida Rosa Massagué
5. Palerm. Mercat del Cap. Cedida Rosa Massagué

Segunda jornada de nuestra “aventura palermitana”: Palermo

La segunda jornada de nuestra “aventura palermitana” comenzó con una inmersión en la cotidianidad local. Era sábado, por la mañana; y el Mercato del Capo -un mercado al aire libre, en el barrio del Monte di Pietà, con puestos de frutas, verduras, pescado, carne y platos tradicionales cocinados- era un hervidero. Gente comprando, gente escudriñando, motos “Vespa” y “Vespa-carros”; disputándose los escasos dos metros de anchura de la calle Beati Paoli. Salimos de aquel avispero -y nunca mejor dicho-, recordando que, en el siglo XVI, en el subsuelo de aquellas calles -en las catacumbas formadas por los cimientos de los viejos edificios romanos- se crearon los primeros clanes mafiosos. Aquel escenario urbano nos ofrecía la vista de la Catedral y del Palacio de los Normandos; los dos grandes edificios de la ciudad.

6. Palermo. Entorno del Palacio de los Normandos. Cedida Rosa Massagué
6. Palermo. Entorno del Palacio de los Normandos. Cedida Rosa Massagué

Empezamos por el Palacio y nos quedamos encantados con la Capilla Palatina, una exhibición de poder de aquellos reyes normandos de Sicilia -los “vikingos sicilianos”- del siglo XI. Acto seguido, visitamos la Catedral, con las tumbas reales (los antepasados de Constanza, la esposa de nuestro Pedro II). Vaya, ... los de los “primos sicilianos”. Y, a mediodía, recuperamos fuerzas con una inmersión en la gastronomía palermitana. En los antiguos establos de un palacio nobiliario -muy cercano al Palacio y oportunamente adaptados por la actual *osteria*; nos rendimos al sarde e beccafico (rollitos de sardina rellenos de pan rallado, pasas y piñones); fussilli alla norma (macarrones con berenjena) y involtini di carne (rollitos de carne con queso, pasas y piñones). Todo regado con un buen Nero d’Avola).

7. Palerm. Catedral. Cedida Rosa Massagué
7. Palermo. Catedral. Cedida Rosa Massagué

La tarde nos esperaba con una experiencia extremadamente misteriosa. El descenso a las Catacumbas de los Capuchinos: 8.000 cadáveres momificados entre los siglos XVI y XX. En Palermo, los ricos momificaban a sus difuntos para conservar el contacto visual. Y “los capuchinos de Palermo” son una extraordinaria muestra de aquellos viejos palermitanos y de la evolución de su moda durante los últimos cinco siglos. Concluida esta enriquecedora experiencia, regresamos al centro histórico. Era tarde-noche, las luces de los románticos faroles ya iluminaban las calles con una cálida luz amarilla; y nos “dejamos llevar” por el encanto de Palermo. Visita a la Feltrinelli, el templo de la cultura; y cena en una pequeña pizzería tradicional de la Vucciria que no tenía más de media docena de mesas.

8. Pizzería tradicional y familiar en la Vucciria. Cedida Enric Alborch
8. Pizzería tradicional y familiar en la Vucciria. Cedida Enric Alborch

Tercera jornada de nuestra “aventura palermitana”: Monreale

Ir a Palermo y pasar de largo de Monreale es un pecado mortal. La extraordinaria vista sobre la Conca d’Oro, una gigantesca falla donde se asienta Palermo, justo en la punta, y que está llena de limoneros, ya merece la pena. Dice la tradición que el brillo de los limones, visto desde el mar, hacía pensar que todo el valle estaba lleno de oro. Pero Monreale no es solo eso. Es el claustro de los Benedictinos. Y es, sobre todo, el templo de la catedral, probablemente el más bello del mundo. 6.500 metros cuadrados de mosaicos -formados por millones de teselas brillantes- sobre las paredes interiores del templo, ilustran los relatos del Antiguo y del Nuevo Testamento. La impresión que nos causó sería lo más parecido imaginable al Síndrome de Stendhal que algunos experimentan en Florencia.

9. Monreale. Claustro de los benedictinos. Cedida Miquel Solà
9. Monreale. Claustro de los benedictinos. Cedida Miquel Solà

Monreale también es gastronomía siciliana, y en una pequeña osteria de la parte histórica nos rendimos a un tipo de cocina tradicional acertadamente transportada a la modernidad: rebozado de verduras mixtas salteadas con queso provola ahumado y miel; carpaccio de salmón marinado con cítricos y mayonesa con perejil; praliné de bacalao frito con salsa; y calamaratta (variedad de pasta) con ragú de atún, con tomates, alcaparras, aceitunas y menta. Monreale es una delicia, en todos los sentidos; pero nos esperaba, de nuevo, la vieja y cálida Palermo; la que te envuelve con su aire misterioso y te embruja con su luz tenue de atardecer. En Palermo, de nuevo, terminamos de "descubrir" la vieja y misteriosa Vucciria y cenamos, de nuevo, en una pizzería familiar y tradicional.

10. Monreale. Interior de la catedral. Cedida Rosa Massagué
10. Monreale. Interior de la catedral. Cedida Rosa Massagué

Cuarta jornada de nuestra “aventura palermitana”: Palermo

La cuarta jornada de nuestra “aventura palermitana” no podía ser excesivamente expansiva. Regresábamos a mediodía. Pero la aprovechamos muy bien. Nos dirigimos al histórico barrio de la Albergheria. Por el camino nos sorprendió la lluvia y nos refugiamos en una cafetería tradicional, de aquellas donde aún es posible pedir un “cannolo expresso” (un cannolo relleno al momento) o un “expresso con panna” (un café solo con una nube de nata). Desde el balcón abierto del altillo de la cafetería se veía un trozo de Piazza Pretoria; que, con la lluvia, se le había escapado la gente y el bullicio. Aquel silencio, solo roto por el agua que golpeaba contra las losas del pavimento nos inspiró miles de microhistorias que, bien seguro, pervivían tras las paredes de aquellos palacios.

11. Palermo. Cafetería en Piazza Pretòria. Fuente Marc Pons
11. Palermo. Cafetería en Piazza Pretòria. Fuente Marc Pons

Pasada la lluvia, al menos cuando caía con menos fuerza, nos acercamos a Casa Professa, uno de los muchos edificios históricos de discreta apariencia pero que oculta un tesoro brutal en su interior. El templo de Casa Professa, llamado también del Gesú (del Jesús), es una maravilla. Sus paredes están cubiertas de placas de mármol sobre las que se trazaron metros y metros de dibujos y de detalles con una técnica de incrustación similar a la marquetería. Saliendo de Casa Professa, nos dirigimos al puerto viejo. Aún no habíamos visto el mar de Palermo. Más lluvia. Y finalmente, refugio en las bóvedas de la Universidad; la antigua sede del gobierno medieval catalán y, posteriormente, sede de la Inquisición hispánica. Palermo, como Barcelona -su “prima catalana”-, no tiene remedio.

12. Palermo. Foto de Grupo Barrio de la Kalsa. Cedida Elvira Permanyer
12. Palermo. Foto de Grupo Barrio de la Kalsa. Cedida Elvira Permanyer

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