Tal día como hoy, hace 107 años, fue fusilado en el castillo de Montjuïc Francesc Ferrer i Guàrdia, pedagogo y fundador de la Escuela Moderna. Este modelo de enseñanza, llevado a la práctica en Barcelona por primera vez el año el año 1901, estaba inspirado en el librepensamiento. Y sus principios -que las oligarquías de la época consideraron peligrosamente revolucionarías- en la formación de la inteligencia, el desarrollo del carácter, la cultura de la voluntad, la preparación física y la potenciación de las facultades propias. El nervio ideológico de la escuela actual y puntera.

Pero Ferrer i Guàrdia no fue fusilado por su condición de maestro innovador y libertario. Cuando menos, esta no fue la causa oficial. A Ferrer i Guàrdia se le acusó falsamente de ser el inspirador intelectual de los hechos de la Semana Trágica, que en Barcelona se saldaron con 115 muertos, 441 heridos y un balance considerable de edificios quemados. Y considerado como tal, un tribunal militar lo juzgó -con la fabricación de pruebas falsas y la negación de una defensa con garantías- y lo condenó. Un escándalo político y judicial que adquirió una fuerte resonancia internacional.

La pretendida asociación entre Ferrer i Guàrdia y la Semana Trágica tenía un componente político e ideológico sustancial. La Escuela Moderna tenía una ideología laica en clara oposición al modelo de adoctrinamiento de las escuelas religiosas. Y eso le valió la persecución implacable de los estamentos más conservadores y reaccionarios de Barcelona. En el juicio se insistió en la relación que Ferrer i Guàrdia había tenido con dirigentes anti-sistema republicanos y anarquistas. Incluso con aquellos elementos más radicales -con los que no tenía relación- que habían atentado contra el presidente del gobierno y contra el Rey.