Tal día como hoy del año 259, hace 1764 años, en la ciudad romana de Tàrraco —actualmente Tarragona—, eran asesinados Fructuoso, Eulogio y Augurio, dirigentes de la comunidad cristiana clandestina local. Según las fuentes documentales (la Passio Fructuosi, redactada por un miembro anónimo de la comunidad cristiana local, y considerada el primer documento cristiano de la península), el obispo Fructuoso y los diáconos Eulogio y Augurio fueron detenidos el 16 de enero del 259, y durante los cuatro días siguientes fueron torturados, juzgados y condenados a muerte por la práctica de una religión diferente a la confesión estatal. El 21 de enero del 259 eran atados a una estaca y quemados vivos, en la arena del anfiteatro, ante un numeroso público.

La detención, juicio y asesinato de los tres dirigentes de la Iglesia de Tarraco se produjo en un contexto de durísima persecución a las comunidades que practicaban confesiones no oficiales. El poder romano consideraba que estas prácticas eran totalmente subversivas y que atentaban contra el Estado y contra la unidad del Imperio. En el Conventus Tarraconense, una de las tres subdivisiones de la Provincia Tarraconense —que abarcaba el actual territorio de Catalunya y mitad norte del País Valencià—, el gobernador romano Emiliano desató una brutal ola represiva contra todo tipo de confesiones no oficiales (las religiones ancestrales del territorio, la nueva religión cristiana) que culminaría con el asesinato de Fructuoso, Eulogio y Augurio.

Cuando se produjo esta masacre, Tarraco era la ciudad más poblada de la mitad norte de la península ibérica. Con 30.000 habitantes, disponía de unas importantes infraestructuras destinadas al ocio y al espectáculo de la población de la ciudad y de los alrededores; como, por ejemplo, el anfiteatro. Este edificio de planta ovalada, situado en extramuros entre la trama urbana y la playa, se destinaba a espectáculos como las luchas de gladiadores, las luchas navales (llenaban de agua el espacio de la arena con un complejo sistema hidráulico), y al martirio y ejecución de elementos considerados disidentes del régimen. El anfiteatro de Tarraco tenía capacidad para 14.000 espectadores, y, generalmente, los espectáculos que se celebraban all eran financiados por personajes importantes de la ciudad.