Tal día como hoy del año 1939, hace 79 años, Miquel Mateu i Aureli Joaniquet, alcalde y concejal de abastecimientos, respectivamente, del primer consistorio franquista de Barcelona, anunciaban que el Ayuntamiento de la ciudad se había comprometido, formal y oficialmente, a garantizar el cobro de los proveedores de alimentos, básicamente de los productores de harina que abastecían la capital catalana. Este compromiso, que la prensa del día anunciaba a bombo y platillos, pretendía oficialmente crear un canal estable de abastecimiento alimenticio que abasteciera con regularidad, sobre todo, las panaderías de Barcelona. La misma prensa relataba que los mercados de la ciudad estaban prácticamente vacíos: "Hay una notoria escasez de géneros disponibles, lo que, como es de suponer, motiva una alza de precios en la totalidad de artículos".

No obstante, otras publicaciones de prensa del día se congratulaban de aquella medida porque contribuiría a acabar con el fenómeno del estraperlo de alimentos. Los primeros meses inmediatamente posteriores a la ocupación franquista, el caos producido por el conflicto y por la nefasta gestión de las nuevas autoridades, que solo se preocupaban de depurar ideológicamente la ciudad, había sumido a Barcelona en un escenario dantesco, dominado por la miseria, las enfermedades y la muerte. Ello había provocado la aparición de un mercado negro de alimentos totalmente al margen del control del régimen, sobre todo del Servicio Nacional del Trigo. Los controles rigurosísimos de la producción y las exacciones abusivas sobre la comercialización que se registrarían posteriormente revelarían que la medida ocultaba el verdadero propósito del régimen: ganar el control absoluto de los canales alimenticios como una forma de dominación.

Imagen: Colas de racionamiento en Barcelona / Blog The Spanish Civil War