A muy pocas horas de que finalice el mes de diciembre, el último mes del año ya puede ser considerado un mes trágico con más de dos asesinatos por semana por violencia de género. Hay que remontarse a 2008 para sumar hasta once víctimas mortales por crímenes machistas. No hace falta tener ninguna inquina política a la formación de Unidas Podemos y a su ministra de Igualdad, Irene Montero, para concluir que la ley del solo sí es sí no ha funcionado. Se podrá responsabilizar de ello en mayor o menor medida al Ejecutivo que la preparó y la tramitó, al legislativo que la aprobó o a los jueces que la han tenido que aplicar y han hecho la interpretación que han querido. Qué más da. Lo que es indiscutible es que España tiene un problema de máxima gravedad que no se va a solucionar con discursos ni con tuits más o menos acertados. Tampoco con declaraciones vacías en las que los poderes públicos se declaran más feministas que nadie y después, a la hora de la verdad, su comportamiento o sus actitudes dejan mucho que desear.

Es obvio que se puede hacer mucho más y se tiene que hacer mucho más para detener esta matanza de mujeres que se está produciendo. Si la ley no es buena, que dejen de pelearse los partidos y la corrijan. A los ciudadanos les preocupa poco de quién es culpa y lo que queremos es darle la vuelta a esta situación. De manera urgente, sin más dilaciones. Que la cadena de protección de las víctimas actúe y se comporte con diligencia. También de manera preventiva. Empezando por una cierta pasividad social que estamos viendo de manera alarmante estas últimas semanas con casos, en Catalunya, de fuerte impacto y a los que se les está dando una respuesta a ritmo de tortuga. Claro que hay que feminizar todas las parcelas de la sociedad en las que la paridad no está llegando o hay aún enormes focos de resistencia. Pero insisto, ¿estamos adoptando las medidas para proteger a los agredidos?

Los Mossos, que son nuestra policía de proximidad, ¿están destinando los recursos humanos que son necesarios, actuando con la celeridad que algunos de estos casos exigen y coordinándose con rapidez con los juzgados correspondientes? Porque en estos casos, un agresor en libertad no es exactamente igual que un carterista o un ladrón de coches. Todo es delito, pero la urgencia y la sensibilidad social no es la misma. Todo ello por no entrar en la protección partidista que se produce cuando se trata de alguno que puede ser considerado coloquialmente de los denominados tuyos. Nadie está libre de no haberlo hecho en el pasado, pero ha llegado el momento exigir a todos una mayor firmeza. No vale que el caso sea grave si el perjudicado es tu adversario y se mire de poner sordina si la situación es la contraria. Todo el mundo tiene que hacer una reflexión; los medios de comunicación, también.

Una persona de la que me siento muy alejado y discrepo en casi todo, la ministra de Defensa, Margarita Robles, ha hecho este jueves una afirmación que suscribo plenamente: "A veces hacemos un exceso de leyes, y no es tanto un problema de leyes, lo que falla es la realidad". Y esa no es otra que el asesinato de 3 mujeres en menos de 24 horas, en un diciembre negro en que ha muerto una mujer cada tres días. Claro que los expertos dirán, y tendrán razón, que hay que empezar por los colegios y por una educación diferente. Que para abordar el problema en profundidad hay que ir a la raíz de los mismos. Pero no tenemos tanto tiempo y el problema no deja de hacerse cada vez más grande. Hay que reforzar las actuaciones policiales de vigilancia de los agresores y trabajar con las víctimas más reticentes a denunciar, que existen y se tiene que entender que ello pase. Pero, cuando hay denuncias sólidas y contrastadas, no dormir innecesariamente el problema encima de una mesa. Porque, insisto, el tiempo también es importante.