Cuando a finales de la pasada semana se publicó que el Gobierno de Pedro Sánchez había comprado 31 trenes para la red de Cercanías de Cantabria y Asturias y que al recibir los proyectos habían comprobado que no pasaban por los túneles, ya que eran demasiado grandes, lo primero que pensé es que debía ser una exageración. ¿Qué ministro, ministra en este caso, iba a autorizar dicha compra sin antes mirar la altura de los túneles que debía atravesar? Pues sí. La ministra de Transportes, Movilidad y Agencia Urbana —el nombre del cargo realmente se las trae—, Raquel Sánchez, exalcaldesa de Gavà, ha dicho que habrá ceses inminentes por el desastre, aunque supongo que será a partir de este lunes porque el fin de semana debe ser que allí no se trabaja.

El contrato de los trenes demasiado grandes supera los 258 millones de euros y ahora se está a la espera de que el fabricante esté en condiciones de facilitar nuevos vagones, aunque desde el ministerio simplemente se señala que será cuanto antes mejor. Realmente, parece, como ha dicho el presidente de Cantabria, una película de Berlanga, ya que el encargo debe haber atravesado muchos despachos, se deben haber realizado numerosas reuniones y algo tan elemental como el estudio del trayecto que debían realizar no se ha realizado o se ha redactado mal.

Veremos qué sucede en los próximos días y qué explicaciones se dan, pero con el ahínco demostrado para tratar de demostrar en algunas acciones de los gobiernos de Mas o de Puigdemont que ha habido malversación, no sé qué se tendría que decir de la compra frustrada de trenes por 258 millones que no sirven para nada que no sea exponerlos en un museo. Pero claro, debe ser que en España la chapuza tiene premio y que el Estado se encuentra muy cómodo con aquel lema de Spain is different.

En 2016, el submarino más moderno de la Armada se hundió por exceso de peso de entre 70 y 100 toneladas. Estaba valorado en más de 500 millones de euros. Arreglarlo llevó casi dos años y una nueva partida presupuestaria. Cuando finalmente estuvo resuelto el problema del primer prototipo, salió un nuevo contratiempo: no cabía en su base del muelle de la Armada en Cartagena, ya que los diez metros de más de su eslora lo hacía imposible. Se tuvieron que invertir 10 millones de euros más. No es extraño que los presupuestos siempre tengan un incremento importante en la obra pública. Hay chapuzas que por más que se expliquen son inexplicables. Y también, inaceptables.