El líder de la izquierda aberzale, Arnaldo Otegi, visitará este miércoles el Parlament y también será recibido por su presidenta, Carme Forcadell. Todo ello, en el marco de una visita que realiza a Barcelona, la primera fuera de Euskadi desde que salió de la prisión de Logroño el 1 de marzo pasado, después de pasar seis años y medio encarcelado. Hasta aquí, el relato meramente informativo pero es obvio que la visita de Otegi tiene muchas otras miradas. No solo la de la CUP, que lo ha invitado a una reunión con los portavoces de la comissió d'Exteriors del Parlament -a la que asistirán sus representantes, los de Junts pel Sí y los de Catalunya Sí que es Pot- y a una reunión con sus diputados; o la de Junts pel Sí, con cuya dirección del grupo parlamentario Otegi celebrará una reunión de trabajo. Están también las miradas respetables de Ciutadans, del Partit dels Socialistes i el Partit Popular, que, con matices, están en contra de la visita; o la mirada de las víctimas del terrorismo, que han pedido que se suspenda la visita de Otegi a la Cámara catalana. Todo el mundo tiene derecho a ser escuchado en un tema como este y que enlaza a ojos de muchos ciudadanos con el terrorismo de ETA que, por suerte, ha quedado atrás.

Pero esa mirada amplia y poliédrica no debería hacernos perder de vista cuáles son los valores de una sociedad democrática como la catalana y, por otro lado, la voluntad del pueblo vasco, el principal afectado por décadas de terrorismo, que ha sabido pasar página a sus años más difíciles. De poco sirve predicar una cosa y hacer otra. Y uno piensa muchas veces que no es necesario pensar como Otegi, incluso se puede estar en las antípodas, para no querer seguir sacando partido del terrorismo que tantas muertes inocentes causó. Partit Popular y Ciutadans han perdido una ocasión magnífica para demostrar que el País Vasco del futuro necesita a todos y que la discrepancia política  -porque hoy es eso tan solo, discrepancia política- no puede plantearse utilizando a las víctimas del terrorismo.

Que Otegi viene a Catalunya a hacer política es una obviedad y sus posiciones políticas son de sobras conocidas. Dejemos que se explique en los medios de comunicación -Mònica Terribas lo entrevistará en Catalunya Ràdio-, en el Parlament o en los foros de opinión -como el organizado por el Ciemen- y no convirtamos en noticia el rechazo a sus palabras por el hecho de hablar o de viajar a Barcelona. El debate tiene que ser de ideas, de proyectos y también de paz. El pasado ya no forma parte del presente. Por suerte.