El president Quim Torra ha nombrado su primer Govern y, en estos momentos, está pendiente de que el gobierno español autorice su publicación en el Diari Oficial de la Generalitat. Y mientras eso no suceda, el Govern no podrá tomar posesión y no se levantará el artículo 155. Esta es la situación, tras el comunicado emitido por el Palacio de la Moncloa pocas horas después de que se conociera el nuevo Govern y en el que advertía del celo con que analizarán su viabilidad dadas las circunstancias personales de algunos de los designados. En referencia a los dos consellers restituidos actualmente en prisión, Jordi Turull (Presidència) y Josep Rull (Territori i Sostenibilitat), y los otros dos que se encuentran exiliados en Bélgica, Toni Comín (Salut) y Lluís Puig (Cultura).

La presión de los últimos días para dejar fuera del Consell Executiu a aquellos miembros del Govern cesados por el gobierno español el pasado mes de octubre, tras la aprobación por parte del Senado de las drásticas medidas del artículo 155, y que querían ser restituidos en sus puestos ha sido infructuosa. Torra ha cumplido el compromiso electoral de Junts per Catalunya, aunque dentro de esta candidatura el PDeCAT era contrario, y Esquerra Republicana, también. Es obvio que tanto Torra como el president Puigdemont, que fue el primero en verbalizar su compromiso, han primado una estrategia política que pone por delante la defensa de las posiciones independentistas que más irritan en Madrid a las de aquellos que sostienen que es necesario bajar algunos decibelios en la confrontación para evitar el choque desde el primer momento.

Más allá del significado político que supone la restitución de cuatro consellers, y a la espera de conocer la fórmula concreta con que el gobierno español lo impide e introduce un nuevo acto arbitrario, hay otras tres cosas importantes del nuevo ejecutivo catalán. La confirmación del peso específico que tendrán Elsa Artadi, por parte de JuntsxCat, y Pere Aragonès, en nombre de Esquerra. Si la buena relación que han tenido anteriormente, una bajo la batuta de Puigdemont y otro de Junqueras, no se estropea, puede ser la garantía del buen funcionamiento de la maquinaria de la Generalitat. La irrupción de Ernest Maragall en el ejecutivo como representante de Acció Exterior, Relacions Institucionals i Transparència. Maragall, a sus 75 años, retorna al Govern del que ya formó parte entre 2006 y 2010 bajo la presidencia de José Montilla. Con su presencia en una cartera relevante, Esquerra intenta también cubrirse ante una posible corta legislatura y tenerlo en la parrilla de salida por si tiene que encabezar una candidatura.

Finalmente, está el tema de la escasa presencia de mujeres, para el que no hay una justificación posible. Ni tan solo el hecho de que los cuatro consellers restituidos eran hombres y solo quedaban nueve conselleries a cubrir. La cifra de tan solo tres conselleras queda muy lejos de la paridad en el Govern que es de siete y siete. Y este es un lastre innecesario y enormemente incómodo.