Aunque solo sea por un problema de calendario, las negociaciones entre la Conselleria d'Economia, Junts pel Sí y la CUP para acordar unos presupuestos o, cuando menos, su tramitación parlamentaria debería estar en la recta final si como pretende el Govern han de estar vigentes con fecha 1 de enero de 2017. Aunque las conversaciones existen y se van poniendo encima de la mesa diferentes escenarios teóricos que den satisfacción a algunas de las exigencias de los cupaires, son varios los negociadores de JxSí que no ocultan una sensación de déjà vu por su experiencia en conversaciones anteriores y que no acabaron precisamente bien.

Lo cierto es que se están cubriendo los últimos metros de la carrera de la aprobación, por parte del Govern, de los presupuestos (la idea es no demorarlos más allá de la primera o segunda semana de noviembre; de hecho, ya se ha retrasado porque la primera idea era el próximo martes, día 25), a la que seguirá la votación de las enmiendas a la totalidad, piedra angular de la continuidad o no de la legislatura. Por todo ello no es extraño que salgan a diario propuestas que tiendan a facilitar la negociación con la CUP, bien sea una supuesta tasa a las bebidas azucaradas, dándoles un tratamiento similar al tabaco y en línea con las sugerencias de la OMS por el perjuicio para la salud por la obesidad. O bien la creación de un impuesto a las grandes fortunas, algo que todo el mundo entiende pero que es difícil de concretar al margen del de patrimonio y sobre el que hay serias dudas que acabara siendo efectivo, ya que el Gobierno español lo impugnaría. Un tercero también podría ser el de gravar al alza la venta de pisos y casas de gama alta.

No son estas las únicas ideas, con las consiguientes simulaciones del incremento de ingresos que supondrían, que ha puesto sobre la mesa la Conselleria d'Economia pero sí que reflejan la voluntad de abrir el siempre delicado capítulo de nuevos impuestos con la línea roja de no incrementar la carga impositiva de las clases medias a través de una modificación del IRPF. Aunque la negociación vista desde fuera puede ser aparentemente fácil, ya que un descarrilamiento de los presupuestos conllevaría elecciones y el final del procés, algo que formalmente ningún partido independentista desea, encontrar el punto de que no sea un trágala para la CUP y, al mismo tiempo que el PDECat y Esquerra lo puedan explicar a sus votantes, es una línea demasiado fina.