El PDeCAT celebra este fin de semana una asamblea política en Barcelona prevista inicialmente para marcar perfil ideológico y que acabará siendo, seguramente, el último servicio de una organización que quiso ser la heredera de Convergència y ha devenido una formación política sin gas suficiente para liderar el independentismo en Catalunya. La historia se hubiera escrito de otra manera, seguramente, si Artur Mas no hubiera tenido que renunciar a la presidencia de la Generalitat en enero de 2016 o bien si el Estado español no hubiera concentrado en su persona los primeros ataques contra el independentismo y la guerra sucia desatada por el Ministerio del Interior. También, si Carles Puigdemont hubiera aceptado el liderazgo de la organización al desaparecer Mas del primer plano de la escena política. Y, finalmente, también hubiera sido todo diferente si en la dirección del PDeCAT hubiera habido una mirada integradora y se hubiera reconocido sin matices y zancadillas el liderazgo del president en el exilio.

Ninguna de estas tres cosas ha sucedido y, por ello, el PDeCAT celebra una extraña asamblea política la misma semana en que los presidents Puigdemont y Torra, Jordi Sànchez, los consellers Turull, Rull y Forn y un largo etcétera han prescindido prácticamente de esta convención y han lanzado la Crida Nacional per la República. Un movimiento político que pretende ser el nuevo referente del independentismo. Un objetivo nada fácil ya que si bien al frente está el president en el exilio, reforzado nuevamente con la retirada de la orden de extradición del juez Pablo Llarena ante la justicia alemana, las encuestas que se han venido publicando desde las elecciones del 21 de diciembre ―la última, el barómetro del CEO de este viernes― otorgan a Esquerra Republicana la preeminencia en el espacio independentista.

En cualquier caso, del éxito de la Crida y de la musculatura política de Puigdemont va a depender que el nuevo movimiento deambule como el PDeCAT por el escenario político catalán con un papel claramente subsidiario o se convierta en un actor de primera división. Como pasa siempre en los partidos, lo que más emergerá es la batalla entre Marta Pascal y el sector crítico. Curioso sector crítico, cuando en su seno se encuentran los principales referentes del partido.

Con las municipales a la vuelta de la esquina y la lucha ―implacable― por la hegemonía con Esquerra Republicana, la convención del PDeCAT en un acto político bastante menor pero que sus responsables deberían cerrar bien, si no quieren ir dejando por el camino el capital político que les queda.