El acuerdo entre el PSC y Junts per Catalunya en la Diputación de Barcelona, animado, bendecido o simplemente autorizado por los tres últimos presidentes de la Generalitat, los tres perseguidos por la justicia española, ha desencadenado una virulenta confrontación en el espacio independentista y, muy concretamente, entre Esquerra Republicana y JxCat. Los primeros se sienten agredidos por una decisión que no esperaban y han venido defendiendo que había una mayoría independentista en la Diputación que no ha sido posible solo por el desistimiento de Junts a votar a su candidato, el republicano Dinonís Guiteras. Habrá un antes y un después de esta votación, han señalado públicamente desde Esquerra, algo que a estas alturas es bastante obvio dado el clima de indignación y malestar que se respira en el partido de la calle Calabria, donde se oyen palabras gruesas hacia la formación de Carles Puigdemont. ¿Hasta poner en jaque el Govern? No hay, por ahora, una respuesta clara a esta pregunta. Entre otras cosas porque la sentencia del Supremo condiciona todos los calendarios electorales y, además, está la incertidumbre de unas nuevas elecciones españolas el 10 de noviembre si Pedro Sánchez no saca adelante su investidura.

Junts per Catalunya  intenta rebajar la inflamación que se ha producido en diferentes sectores del mundo independentista tras su pacto con el PSC. Las cuentas de Twitter y de otras redes sociales de sus dirigentes parecen haber enmudecido con esta situación, sus declaraciones públicas se han reducido totalmente en un intento de desescalar el conflicto. Y, sobre todo, de no perder el relato sobre la responsabilidad de la unidad independentistas quebrada. No es una tarea fácil ya que el escaparate de la Diputación de Barcelona les deja en una posición cuando menos incómoda. En estos momentos, movilizaciones como las del 11 de septiembre se presentan enormemente complicadas y habrá que conocer si la actitud de dureza con Junts per Catalunya por parte de la ANC, por ejemplo, se mantiene o queda simplemente en un toque de atención.

Cuando la semana pasada recibí el libro de Jordi Cuixart Ho tornarem a fer, con una nota de su puño y letra que es un canto a la libertad y a la vida plena, decidí que este sería uno de los textos que me llevaría de vacaciones para no olvidar lo mucho que sufren estos amigos y compatriotas injustamente encarcelados o en el exilio. Debo reconocer que no he esperado al mes de agosto y he necesitado encontrar en las páginas de Cuixart una muestra de optimismo ante el pesimismo imperante estos días, en que parece que la unidad política y quien sabe si la civil, ya no será posible en mucho tiempo. Y, sí, el presidente de Òmnium alumbra en la oscuridad desde la celda 502 de Soto del Real este alegato: "Estoy convencido de que este país no caerá en la frustración, porque su acción colectiva está motivada por la inmensa esperanza en un futuro mejor. Hemos superado situaciones mucho más adversas y hemos sido capaces de levantar la cabeza ante acontecimientos peores. Como decía Manuel de Pedrolo, es necesario luchar incluso cuando parece que no sirve para nada".

Son palabras de Cuixart, no pensadas, obviamente, para estas horas, y para la lucha fratricida entre los partidos. Pero quién sabe si aplicables para superar la división también en un momento como este. Porque la solución donde seguro que no está es en la desunión.