Después de que la ministra de Justicia en funciones, Dolores Delgado, socialista, y el rey Felipe VI firmaran el documento para su preceptiva publicación en el Boletín Oficial del Estado, Carmen Martínez-Bordiú, la nieta del dictador Francisco Franco, ya es oficialmente duquesa de Franco con grandeza de España. Se ha ahorrado, incluso, los 2.750 euros en concepto de tasas relacionadas con el impuesto de sucesiones, ya que es la primera transmisión del ducado desde su creación. Por paradójico que pueda parecer, las cosas que afectan a la familia Franco en España siempre van despacio: el dictador sigue enterrado en el Valle de los Caídos y el título nobiliario creado por el rey Juan Carlos, en 1975, para Carmen Polo tras su muerte por "sus excepcionales circunstancias y merecimientos" sigue plenamente vigente. Todo en orden.

Dicen que el gobierno socialista de Pedro Sánchez intentó al llegar al gobierno acabar con el ducado de Franco pero no lo consiguió. No debió poner el interés que emplea en otras cosas y, a lo mejor por ello, hemos sabido de ello hace tan solo unos días y con un perfil informativo ciertamente bajo. Unos porque ya les va bien que sea así y que el título siga estando vigente y otros porque es más cómodo guardar silencio que denunciar una situación tan anómala y bochornosa. En medio de este silencio, la prensa de papel se ha dedicado a otras cosas aparentemente menos arriesgadas y comprometidas. ¿Editoriales? ¿Posicionamiento de sus articulistas de lujo? Pocos, muy pocos.

Y solo desde Podemos o Izquierda Unida interrogándose desde Madrid sobre qué sucedería en Alemania si hubiera un ducado de Hitler. Una pregunta ciertamente retórica porque los títulos nobiliarios son exclusivos de una monarquía, que no es el caso, y porque en Europa estas tonterías no se producen. Tienen demasiado sentido al ridículo institucional y demasiados malos recuerdos del fascismo que asoló el continente.

Lo sorprendente es que cuando van a cumplirse 44 años de la creación del ducado, el propio gobierno español no haya pedido al Rey la desaparición del ducado de Franco. O más aún, que Felipe VI por iniciativa propia lo hubiera hecho como un servicio contra la apología del fascismo.