En muchas ocasiones, la política y la aritmética se dan de bruces. La moción de censura presentada por el líder de Podemos, Pablo Iglesias, al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, es uno de estos casos. Iglesias reunió 82 votos a favor -los de su grupo parlamentario y sus confluencias territoriales, más los 9 de Esquerra Republicana y los dos de Bildu-  y 170 en contra, los del PP y Ciudadanos; otros 98 parlamentarios se abstuvieron, entre ellos los diputados del PSOE y del PDeCAT. Pero esa aritmética en contra ya estaba descontada desde antes del debate y, por tanto, su importancia es relativa. Nadie cambia su voto anunciado previamente en un debate de esta naturaleza.

La cuestión después de dos días de fuertes encontronazos en el salón de plenos de la carrera de San Jerónimo y de una discusión política más que aceptable en términos parlamentarios es si a Pablo Iglesias la moción de censura que ha presentado le ha valido la pena. Si su imagen como líder de la izquierda o, para ser más precisos, como uno de los líderes de la izquierda, sale reforzada o, por el contrario, se ha debilitado. Es ahí donde se jugaba la batalla de esta moción de censura que tenía mucho de táctica y también de fijar una imagen fresca, contundente y radical en el lenguaje frente al resto de formaciones. Seguramente, en este aspecto Iglesias ha ganado todas las batallas que se dilucidaban en el Congreso entre martes y miércoles.

Cuatro ejemplos: la ausencia de Pedro Sánchez de la Cámara Baja se agranda en los debates parlamentarios importantes. José Luis Ábalos, el portavoz socialista, tendrá que mejorar mucho para hacerse un hueco y de una manera rápida, sino el PSOE corre el riesgo de que Iglesias cope todo el protagonismo de la izquierda. Segundo, Irene Montero, la portavoz que ha sustituido a Errejón, se ha graduado con nota. Tercero, el papel de Ciudadanos se hace cada vez más pequeño en el Congreso, donde su discurso pierde fuelle como muleta del PP. Y cuarto, los guiños entre PSOE y Podemos habrá que seguirlos atentamente para saber si desembocan en un inicio de noviazgo. Ya se han emplazado a reprobar al ministro Cristóbal Montoro en el Congreso, algo que de prosperar evidenciaría nuevamente la soledad del PP, como ya le pasó con el titular de Justicia, Rafael Catalá.

He dejado para el final el debate territorial. Aquí no hubo ninguna novedad, ni en clave catalana ni en clave española. Rajoy tiene los mismos aliados que antes del debate y Carles Puigdemont y Oriol Junqueras  también. Y Podemos en este asunto giró sobre sí mismo en varias ocasiones para quedarse donde estaba. En cambio, sí que se movió el líder de la organización morada en Catalunya, Albano Dante Fachin, que explicó en Barcelona, mientras Iglesias tocaba suavemente el violín, que el 63% de las bases catalanas de Podemos habían aprobado participar en el referéndum. A la espera de ver cómo se concreta, la noticia no es ni mucho menos menor y emplaza a los dirigentes de los comunes que, atareados como estaban con la carpeta de la moción de censura, parecen haber aparcado la carpeta catalana.