Tres semanas antes de que se hiciera pública la sentencia del Tribunal Supremo del juicio al procés, la Guardia Civil llevó a cabo una operación contra personas vinculadas a los Comitès de Defensa de la República (CDR), que se saldó con nueve detenciones, acusadas de terrorismo, rebelión y tenencia de explosivos y que presuntamente "planeaban acciones violentas". Fue todo un golpe de efecto de los agentes de la benemérita que permitió, ahí están las hemerotecas, vincular independentismo y terrorismo, uno de los mantras más repetidos por la prensa española y los partidos unionistas.

¿Qué ha sucedido desde aquel 23 de septiembre? Pues que tres meses después y tras dos nuevas órdenes de libertad con fianza dictadas por la Audiencia Nacional de aquellos nueve detenidos, siete ingresaron en prisión y solo dos permanecen en prisión. De los cinco que han sido puestos en libertad, a cuatro se les ha impuesto una fianza de 5.000 euros y, al quinto, de 10.000. Lo menos que se puede decir es que las acusaciones de los que ya han sido puestos en libertad eran del todo exageradas, ya que si no no parece creíble que sean terroristas y hayan sido puestos en libertad. Alguien se pasó de listo ya que no había base para ello y los tres meses que han pasado en prisión son, dicho suavemente, un abuso a la vista de la fianza de 5.000 euros.

Había en marcha, aquel mes de septiembre, ante la reacción a la sentencia del procés, una honda preocupación en círculos políticos, policiales, judiciales y periodísticos. Fue en ese ambiente fabricado artificialmente que se detuvieron a los CDR y se acuñó aquella expresión tan polivalente cuando las pruebas son tan escasas: se les había encontrado "precursores para la fabricación de explosivos". Después fueron "precursores de termita", que ahora dice el juez en uno de los autos de libertad que "no son en sí mismo explosivos".

Obviamente, los que solo tenemos información por lo que señalan los abogados defensores, por las familias de los detenidos, por lo que se filtra desde la policía o por los autos judiciales hemos de ser prudentes y cautos. Pero también cabe lamentar que demasiadas veces la estela del falso relato acaba imponiéndose y solo prevalece la versión del más fuerte, aunque para ello sufra la verdad.