La familia real tiene motivos más que sobrados para recordar siempre el X aniversario de la Fundació Princesa de Girona y el debut de la hija mayor, Leonor, en un acto público celebrado en Catalunya. Después de más de 24 horas de intensas protestas, solo controladas con un operativo policial sin precedentes, la jornada deja a la monarquía española un sabor muy amargo, supone una derrota institucional el boicot que ha vivido y deja muy a las claras el rechazo social a la monarquía en las calles de Catalunya. Decenas de miles de personas en un momento u otro del día contribuyeron a expresar su rechazo a una visita que se ha realizado con una precariedad evidente en una zona policialmente tomada y con innumerables filtros de seguridad.

El ostensible vacío institucional por parte de las autoridades catalanas -Govern, Parlament y ayuntamiento de Barcelona- imprimió al desarrollo del acto algo más que una simple ausencia de cargos públicos. Era el rechazo más ostensible que se ha podido ver nunca en Catalunya, dejando en manos de las autoridades españolas la única representación institucional. No es esa una cuestión ni mucho menos baladí en un acto que la familia real quiso llenar de trascendencia histórica y que pretendía suplir los desaires de las autoridades de Girona haciendo imposible la celebración en esa ciudad. El traslado a Barcelona ha permitido su realización pero ha dejado al descubierto las carencias de una institución incapaz de poder llevar a cabo un acto con normalidad en Catalunya, una circunstancia que quedó quebrada el pasado 3 de octubre de 2017 con aquel discurso televisivo, que provocó una fractura con la sociedad catalana y que nunca ha querido rectificar.

Si en aquella ocasión la Corona española equivocó su lugar para sumarse a la corriente inspiradora de un escarmiento del independentismo catalán, con unas condenas absolutamente injustas y desproporcionadas, este lunes el aplauso solo lo encontró entre las cuatro paredes del Palau de Congressos, que no se llenó para la ocasión. El discurso de Felipe VI de rechazo a la violencia, a la intolerancia, al menosprecio a los derechos y libertades de los otros... no pareció otra cosa que un acto electoral de los del PSOE, PP o Ciudadanos. ¿Acaso la violencia, la intolerancia o los recortes de libertades y derechos llevan hoy el sello del independentismo? No era, por tanto, un discurso institucional de una monarquía europea como la británica, la belga, la sueca o la holandesa, entre otras. La Casa de Windsor tiene mucho que enseñar sobre cómo se trata a las naciones que quieren mayores cotas de libertad. Felipe VI ha perdido Catalunya; su principal riesgo es que no corrija sus errores y acabe siendo un lastre para España.