El Partido Popular ha pedido disculpas por el caos originado por el Ministerio de Fomento en la autopista AP-6  y que dejó perdidas y abandonadas a su suerte a miles de personas en sus coches el domingo por la intensa nevada que se produjo en el norte de España. Curiosa manera la del gobierno del PP de Mariano Rajoy de sacarse los problemas de encima: la culpa es de los otros -la empresa de autopistas, en este caso-, solidaridad con los pobres y pacientes conductores y, finalmente, aquí no dimite nadie, no fuera el caso que se sentara un peligroso precedente. La política en España tiene mucho de eso: como nadie se responsabiliza de nada no hay por qué dimitir y el caos vivido ya amainará. ¿Y que más da que mientras el caos se hacía cada vez más grande el ministro Juan Ignacio Zoido, también responsable al depender de su departamento la protección civil, estuviera en el palco del Sevilla viendo el duelo local con el Betis? ¿Será que Zoido tiene bula porque como todo lo hace mal ya no es noticia cuando sucede?

Qué más da que las imágenes del estropicio gubernamental y del titular del ministerio de Fomento, Íñigo de la Serna, y también del inefable ministro del Interior, el citado Zoido, hayan sido escalofriantes. Que todo se haya hecho tarde y mal. Incluso que un director general de Tráfico saliera en las primeras horas de la crisis responsabilizando a los conductores por coger el coche después de los múltiples avisos como único argumento. Y uno se pregunta: ¿hay gestión en el gobierno español que vaya más allá de hablar de Catalunya? Porque claro, una cosa es pasarse el día criticando que si Puigdemont por aquí, Junqueras por allá, la desunión del independentismo y la imaginaria Tabarnia y otra muy diferente es abordar una nevada anunciada y que tan solo requería de una coordinación ministerial eficiente.

Incluso la oposición, tan poco acostumbrada como está a ser crítica con el gobierno ha tenido una respuesta contenida. Ya sucedió cuando el PSOE pidió la reprobación de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría después de la violencia policial del referéndum del 1 de octubre en Catalunya. La diputada Margarita Robles tuvo que recoger hilo, ya que no formaba parte del guión debilitar a SSS y dar alas al independentismo. Casi acabó pidiendo perdón el PSOE después de un sonoro estirón de orejas de un editorial de El País.

Y es que en la política virtual del PP de que las cosas se arreglan solas, capear las críticas es siempre la mejor estrategia. Al final, todo se acaba olvidando. Y quien resiste, gana.