Consumado el mayor error político y estratégico del PSOE en mucho, mucho tiempo y una vez aprobado por el comité federal entregar el voto de sus diputados en bandeja a Mariano Rajoy para que sea presidente del gobierno español durante cuatro años más, el foco de atención de las próximas horas se trasladará a Catalunya para conocer cómo va a gestionar el PSC su anunciado no a Rajoy en la sesión de investidura. Miquel Iceta encarna en el imaginario del socialismo español el barón díscolo, atrapado en la red nacionalista y ubicado en esta media distancia que tan pronto descontenta a los de allí como a los de aquí.

El primer secretario del PSC, que viene de ganar a Núria Parlon las primarias del partido hace tan solo una semana, va a consumar en las próximas horas el pulso a los barones socialistas. Al extremeño, al castellanomanchego, a la presidenta andaluza, al presidente asturiano que preside la gestora... a todos los que por uno u otro motivo han quedado atrapados en la España intransigente, contraria a cualquier movimiento político y defensora del statu quo que estableció la Transición. Iceta no quiere formar parte del suicidio colectivo de los socialistas y busca la via Iceta en un partido que ha preferido desvirtuar sus promesas antes que cumplir con sus electores.

El hecho de que las aguas bajen muy turbias en el socialismo español y después del cierre de filas exigido por Javier Fernández, el asturiano que preside la gestora, es muy probable que asistamos en las próximas horas y días a un interesante duelo entre el PSOE y el PSC que saque a la superficie buena parte de los conflictos larvados estos últimos años y sobre los que se han puesto innumerables paños calientes y que a la postre han servido de poco. Tanto que, en estos momentos, la palabra más oída en la sede de Ferraz al hablar de los socialistas catalanes es escarmiento, una manera de leer erróneamente la situación. Mientras, las flechas en la sede de la calle Nicaragua no dejan de caer. Y un dirigente del PSC recuerda que con su no a Rajoy, de los 47 diputados elegidos el pasado 26-J, 36 parlamentarios votarán que no y tan solo 11 que sí. En esto, también, Catalunya será diferente.