El tiempo del incombustible Miquel Iceta como máximo representante del PSC va camino de tocar a su fin. La apuesta de Salvador Illa de abandonar el Ministerio de Sanidad y aceptar la candidatura socialista a las elecciones del 14 de febrero fue el primer paso del engranaje para abordar un cambio generacional al frente del PSC y ya no hay duda de que en muy pocos meses asumirá la primera secretaría del partido

Iceta tiene un retiro de lujo con el actual Ministerio de Cultura y Deportes que aunque fue la pedrea del gobierno de Pedro Sánchez y, ciertamente, el socialista catalán tenía otras aspiraciones, se hizo bueno aquello de que a caballo regalado no le mires el dentado. Iceta se quedó sin ninguna de las posiciones políticas que se le habían adjudicado y que iban desde una vicepresidencia, al cargo de ministro portavoz del Gobierno. El despertar fue Cultura y el añadido de Deportes que, en su caso, no fue como una alegría desbordante.

Illa tiene, si se quiere, un camino mucho más empinado y lleno de obstáculos en la política catalana. Lo pudo comprobar perfectamente después de las elecciones del 14-F cuando tras quedar en primer lugar no tuvo capacidad alguna para completar una mayoría de Gobierno. Y así estará hasta las próximas elecciones catalanas como jefe de la oposición en el Parlament de Catalunya.

En este tiempo, Illa ha demostrado que no está dispuesto a ejercer una oposición ruidosa y vacía de contenido alguno como la que practicó Inés Arrimadas de Ciudadanos, ni tampoco a renunciar a trenzar alianzas con el Govern en cuestiones que se alejen de la agenda independentista. Illa tendrá que picar mucha piedra, ya que hay puentes demasiado rotos pero ya ha aprendido que si algo tiene por delante sobre todo es tiempo, ya que una mayoría unionista en el Parlament de Catalunya no se ha producido nunca desde 1980. Incluso en los años que Pasqual Maragall y José Montilla tuvieron la presidencia de la Generalitat, entre 2003 y 2010, la mayoría en el Parlament no dejó de ser nacionalista.

Illa se ha permitido incluso tener una actitud permeable al decreto del Fondo de la Generalitat que tiene que servir para cubrir los avales ante el Tribunal de Cuentas. Una actitud impensable con Arrimadas y que ha llevado al Gobierno español a dormir el tema a la espera de qué acaba realizando la abogacía del Estado, que debería emitir un informe. Son gestos tan solo, pero en política los gestos también cuentan.