Félix de Azúa forma parte de una generación de escritores que son mucho más importantes por sus posiciones políticas que por su obra. En su caso, por partida doble: no hay nada que tenga un premio de mayor reconocimiento en muchos sectores del Madrid político, intelectual y mediático que un catalán que insulte permanentemente a los catalanes. De Azúa cumple a la perfección este papel desde hace varios años y no ha dudado en falsear la realidad de la educación en Catalunya. Por ejemplo, en 2012, cuando declaró que se había ido de Catalunya para que su hija no fuera escolarizada en el odio a los españoles. Votante declarado tiempo atrás del PSOE, pasó más tarde a Rosa Díez hasta desembocar en Ciudadanos. Y el pasado 13 de marzo tomó posesión de su condición de miembro de la Real Academia Española (RAE) donde tiene asignado el sillón H.

Si su bestia negra ha sido siempre el nacionalismo catalán, sus últimos pronunciamientos sobre Pablo Iglesias y Ada Colau parecen haber ensanchado la mirada crítica del escritor que a sus 71 años parece haber encontrado en el insulto y la descalificación una sólida posición de confort. Relacionar a Podemos con el independentismo y con ETA es una solemne tontería. Pero descalificar a la alcaldesa de Barcelona afirmando que "Colau debería estar sirviendo en un puesto de pescado", es un acto de machismo y clasismo que ayudará a que todos aquellos que le han aplaudido durante años le conozcan realmente. ¿Acaso las pescaderas no pueden llegar a ser alcaldesas?

Una de sus novelas prescindibles es Historia de un idiota contada por él mismo, un texto escrito en primera persona y una especie de ensayo autobiográfico con supuestos pensamientos filosóficos. Un título que le viene como anillo al dedo.