La decisión del grupo municipal de Esquerra Republicana en la ciudad de Barcelona, de avalar las cuentas públicas de Ada Colau a pocos meses de las elecciones municipales, es, cuando menos, un movimiento arriesgado de su alcaldable Ernest Maragall. Aunque la decisión se produce después de que el partido de Colau haya respaldado unas hipotéticas cuentas públicas del Govern de Pere Aragonès, si acaba alcanzando el imprescindible acuerdo con el PSC y con Salvador Illa, es evidente que la generosidad de Maragall es un movimiento comprometido en clave electoral. No falta tanto para las elecciones del 28 de mayo y Maragall pierde una de las bazas que acabará necesitando, seguramente, si quiere aparecer como el otro lado de la cara de la moneda de lo que han sido los dos mandatos de Colau en Barcelona y su gestión durante los últimos ocho años.

Más allá de que Colau sacará, una vez más, los presupuestos de la ciudad con una amplia mayoría, ya que, lógicamente, al apoyo de Esquerra hay que sumar el de su socio de gobierno, el PSC que capitanea Jaume Collboni, el interrogante es saber cómo va a valorar el ciudadano de Barcelona los discursos que luego se van a producir en campaña, donde nadie va a querer aparecer como la muleta de los comunes. Una parte de ese problema ya lo está padeciendo el PSC, que no consigue despegar en las encuestas como esperaba hace unos meses, ya que su papel se ha difuminado al formar parte del equipo de gobierno. Cuesta saber qué cosas tienen en su haber los socialistas más allá de discursos diferenciados en temas como el crecimiento del aeropuerto, donde han estado más próximos los republicanos y los comunes que los comunes y el PSC.

Ernest Maragall puede abanderar que, pese a ganar las elecciones y que Colau le sisara la alcaldía, ha antepuesto los intereses de Barcelona a los que serían propios del partido. Es, ciertamente, un discurso posible. Pero en un caso de tanta polarización en la ciudad, y con la entrada en campaña del exalcalde Xavier Trias como candidato de Junts, también corre el riesgo de cederle todo el protagonismo en aquel sector de la ciudad que desea pasar página lo más rápidamente posible a lo que han sido los últimos ocho años en la ciudad de Barcelona. Al final, el dilema va a acabar siendo este: ¿cómo se comportan los diferentes candidatos en los espacios frontera que tienen? Y aquí, una parte de las cartas están encima de la mesa: Colau no va a pactar con Trias en ninguno de los escenarios postelectorales posibles y Trias tampoco lo va a hacer con Colau. En medio andan Collboni y Maragall, bisagras a un lado y otro, que tanto les puede jugar a favor como muy en contra. Dependerá de cómo se comporten los cuatro candidatos en litigio y del modelo de campaña que se imponga.

Es, en este escenario, seguramente, en el que Ernest Maragall y Colau piensan más en entenderse entre ellos si los números salen, y lo mismo habría que decir de Colboni y Trias. Sin duda, un escenario electoral implanteable en 2019 y que en las municipales de 2023 se abre de par en par con la presencia del exalcalde en la contienda electoral. Es en esta coyuntura que Maragall puede pensar que la bolsa electoral que tiene más cerca no es la que compite con Trias, sino con Colau. De hecho, la estrategia de Oriol Junqueras en las ciudades en entorno metropolitano es ir directamente a debilitar a los comunes más que a los socialistas, con la mirada puesta en la Diputación de Barcelona. Apuestas como la de Gabriel Rufián en Santa Coloma de Gramenet y otras de pesos pesados del partido encabezando candidaturas, tienen fundamentalmente esta lectura, más que conquistar alcaldías que hoy parecen inalcanzables para ERC.