No es una buena noticia que el vicepresidente Pablo Iglesias y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, se tiren los trastos a la cabeza cuando faltan menos de dos semanas para el inicio de un atípico curso escolar. Con la enorme preocupación que hay en las familias sobre cómo transcurrirá y cual será la tasa de contagios o como será un hipotético cierre de los colegios infectados, un debate público sobre si el Gobierno español se va a hacer cargo de las bajas de los padres que tengan hijos en cuarentena sin ser positivos, es una frivolidad, una muestra de gran incompetencia, y una enorme inseguridad y estrés innecesario para las familias.

No se trata de que uno haga de poli bueno (Iglesias) y otra de poli malo (Montero), sino de que el Gobierno sea capaz de plantear colegiadamente respuestas a los problemas que se van a generar. Han tenido tiempo de sobras durante el verano -igual no son tan exageradas las críticas a las vacaciones que han realizado algunos ministros y el propio presidente si ahora nos hemos de encontrar con que de este tema está todo por hablar- para poner encima de la mesa una propuesta que sea acordada y que no acabe trasladando el problema a los padres. Además, que no sea un brindis al sol como el compromiso del salario mínimo que muchos de sus posibles perceptores aún se quejan de no haber recibido.

Gobernar no supone estirar unos hacia un lado y otros hacia el otro. Ni tampoco salir al rescate de un ministerio de tu propio partido, que es lo que ha hecho Pablo Iglesias con el ministerio de Trabajo. Sobre todo porque, al final, el dinero de las prestaciones depende de quien te ha dicho que no y no es otra que la ministra de Hacienda. Ahora Iglesias ha dicho la última palabra y ha garantizado que los padres con hijos en cuarentena por PCR negativo dispondrán de permisos retribuidos. No se puede seguir practicando la política del ahora sí, ahora no, y es exigible que en este tipo de cosas que tienen muy poco de retóricas el ejecutivo hable con una sola voz.

Y mientras, Arrimadas en la Moncloa aceptando el envite de Sánchez: sí a negociar los presupuestos y con una expresa voluntad, dice, de diálogo y de que los presupuestos pierdan ideología. O sea, que sean lo más de derechas posible.