Lluís Calvo es poeta, crítico literario, ensayista y autor del último cuaderno de Anagrama, El segrest de la política, per una democràcia més enllà dels partits tradicionals (2024). Calvo nos presenta un texto donde critica la política institucional y el populismo con referencias de filósofos de tradición occidental. Los temas recorren un espectro conceptual muy amplio, desde la pérdida del sentido de la política institucional, la mediocridad de los partidos, el peligro del populismo y las limitaciones del sistema democrático. A estos temas, se le suman más tarde una crítica al decoro y a la oratoria política, la falta de profesionalización de los actuales representantes y una propuesta de cómo superar o cómo abordar este desencanto.

Bien, hasta aquí son todo temas que, desgraciadamente, son comunes en las tertulias de Els matins de TV3 o de La Sexta, de las tertulias de La SER o de Onda Cero. Las faltas que señala el autor no son ajenas a la ciudadanía y tampoco a los propios políticos. La democracia está carcomida pero el diagnóstico de Calvo resulta, en ocasiones, un tanto erróneo, porque no explica cómo hemos llegado hasta aquí; solo explica o muestra el tapiz agujereado, la parte visible de la enfermedad, pero no ahonda en la causas y tampoco en las propuestas políticas actuales que proponen algunas formaciones políticas. Y es que la política, lo político, no pasa siempre por lo institucional.

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A Calvo se le ha perdido de vista señalar los problemas estructurales que alimentan la carcoma. El domingo en el 30 minuts titulado Començar de Zero señaló que 442.300 niños están en riesgo de pobreza y de exclusión social. A este dato le podemos sumar que la gente dedica más de un 40% de sus ingresos a pagar un alquiler o que la sanidad del Estado español está cada vez más saqueada, solo hay que ver cómo desmantelaron el año pasado la atención pediátrica y cómo vecinos y vecinas de Nou Barris salieron a las calles para defender el Cap del Turó. Existen tantos síntomas que evidencian la gravedad del estado de salud de nuestro sistema, que no es una cuestión de falta de decoro, es una cuestión criminal. En el Estado español la política institucional la copan, en muchos casos, ladrones de guante blanco y sátrapas. La avaricia en España no rompe el saco, la avaricia es “libertad” para robar y mal meter sin concesiones.

Lluís Calvo es poeta, narrador y crítico literario, pero no es politólogo, tampoco sociólogo, ni activista, ni militante. Calvo habla de la inutilidad de la política institucional criticando los populismos y también los partidos políticos, cuestiones ya manidas, que leemos en todas las columnas de opinión y vemos en todos los debates televisados.  La mezcla de referentes para crear su argumentario es compleja, desde Carl Schmitt, hasta Hegel, pasando por Byung- Chul Han. Este último es citado en muchas ocasiones y a mi parecer responde más a un fenómeno filosófico que está demodé, pero que en su día se convirtió en gurú líquido para diagnosticar los males de la contemporaneidad. Los referentes más interesantes que plantea Calvo son Simone Weil y Joseph Beauys. Weil señaló en Nota sobre la supresión general de los partidos políticos (1943) que la función de los partidos es inocua y no ayuda a cambiar la sociedad porque son un mecanismo fallido. La autora habla de la potencia del pensamiento crítico y de la organización popular.

Quizás tendríamos que empezar a apuntar más al compromiso y a la participación ciudadana, pero… cómo le vamos a pedir más participación a una sociedad a la que el sistema está ahogando y llega agotada al final del día

Simone Weil, a quien leí estas vacaciones, siempre habla desde un compromiso ético y político. Weil se involucraba, militaba, participaba y se enroló, como antifascista anarquista, en la guerra civil española, o trabajó en la fábrica Renault para después denunciar las condiciones de los obreros. Esta filósofa francesa considera “la atención” como algo educable, pues dirigir la atención es clave para desarrollar un pensamiento crítico. Cuando pienso en referentes filosóficos que remueven conciencias me vienen a la cabeza Santiago López Petit, Marina Garcés, Carlos Taibo o Yayo Herrero. De nada me sirve una filosofía política sin compromiso. ¿En cuántas asambleas ha participado  Byung- Chul Han? Quizás tendríamos que empezar a apuntar más al compromiso y a la participación ciudadana, pero… cómo le vamos a pedir más participación a una sociedad a la que el sistema está ahogando y llega agotada al final del día.

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Muestra de apoyo al periodista Jesús Rodríguez. / ACN

Calvo en casi todo momento habla de la política representativa, es decir, de la política institucional. Ojalá hubiera aprovechado la oportunidad que le da Anagrama, con una de sus ediciones más leídas, para hablar de lo político o la organización política: la PAH, los Sindicatos de Barrio, el tejido asociativo, las redes de cooperativas, los ateneos. Aún así, apunta a cuestiones interesantes como la necesidad de más consultas ciudadanas o lo local como un espacio de cambio.  En Barcelona tenemos muchos ejemplos de organizaciones autónomas y organizaciones políticas que manifiestan su voluntad de cambio y de transformar el sistema para un mundo más justo, igualitario y democrático. Los partidos, los políticos, el parlamento, el Congreso, todas esas instituciones lo que necesitan son mecanismos de control. Lo que nos queda muy claro es que la política está secuestrada, pero aún más la justicia.

¿Sabéis por qué persiguen a Jesús Rodríguez? Por señalar con nombres y apellidos las termitas que pudren las instituciones

Esto podría dar para otro cuadernillo, porque cuando periodistas como Jesús Rodríguez, de La Directa, tienen que huir al exilio perseguidos por la injusticia, las calles deberían llenarse. Y si tuviéramos que hablar de compromiso cívico, Jesús Rodríguez es un referente, un ejemplo a seguir. ¿Sabéis por qué lo persiguen? Por señalar con nombres y apellidos las termitas que pudren las instituciones: la policía, los partidos, los núcleos donde se concentra o se irradia (risa malévola) el poder. El problema quizás sea el individualismo, la atomización social. Me ha gustado leer a Lluís Calvo aunque no comparta el análisis íntegro de su texto, porque no hay ni una palabra falsa o manipulada, es una percepción, un diagnóstico más de este tiempo donde la filosofía de la praxis que promovía Gramsci tiene más sentido que cualquier otra filosofía. Y de praxis, Jesús Rodríguez, sabe bastante.