Inspira en cuatro. Retén el aire. Expira, de nuevo, en cuatro. Observa los pensamientos. Eres el ojo que mira un ojo. Desde fuera. No te juzgues. Si se te cruza alguna idea que te perturba, déjala pasar. Y, por favor, que aquello que te incomode en tu práctica de meditación, por el mismísimo Buda, no sea el audio. Quien más, quien menos, ha recurrido a la meditación para calmar la ansiedad, para darle vuelco al día o, con suerte, la ha incorporado rutinariamente como práctica de reconocimiento de la mente, de las emociones, del cuerpo. Para arrancar la sesión, lo más sencillo es buscar en plataformas “meditación”... ponerse en manos de una voz desconocida, pausada, torpemente cálida. Afortunadamente, hay vida más allá de gongs sintéticos, cuencos enlatados, lluvia en frasco.

Meditar… Meditar se puede meditar con cualquier cosa. Un amigo que descubrió la práctica en Canadá, después de un ataque de ansiedad que casi provoca una desgracia, la incorporó tanto a su vida que podía acompasar la respiración con el tic-tac de los semáforos. Otros encuentran su mantra en el tecno. Si no estás en ese momento saiyan, hay muchas otras músicas, electrónicas o más sutiles, calzadas a un metrónomo, que pueden hacer las veces: IDM, la PC Music y, sobre todo, el ambient. Los paisajes sonoros que propone ese género son ideales para una meditación. Y combinados con teclados casi de banda sonora, aportan un caminar tranquilo, esa serenidad. Las composiciones de Max Richter. De Olafur Arnalds. El Interlude for piano de Peter Bradley Adams. El psicodélico Green Row de Yo La tengo, me lo recomendó Óscar d’Aniello (Delafé), experto en muchas músicas, también en las más relajantes. Hoy día son muchos los artistas que han dedicado discos enteros a meditar. El mejor, el productor Jon Hopkins; Music for psychedelic therapy y sus vacíos cavernosos o la sacra Sit around de fire con el maestro Ram Dass. Incluso Surjan Stevens, otro devoto del respira-retén-expira, publicó en 2021 Convocations, un álbum monumental, para incursiones esporádicas o para retiros completos.

Los mejores discos para meditar son muchas veces los que no están enfocados directamente a ello: el 12 de Ryuichi Sakamoto, crepuscular, reflexiona sobre la propia muerte y el incierto futuro del maestro nipón. Es un último halo. ¿Pero por qué elegir música y no una pieza de cuencos y gongs? Las músicas tienen una historia, y si saben quedar abiertas a nuevos usos, sirven para calmar, pero también para aprender. Así pasa en Font de la vera oscura, lo nuevo del productor Raül Refree y Pedro Vian. Ellos mismos citan como referentes a “la espiritualidad” del jazz espacial, Alice Coltrane y Sun Ra, los ecos japoneses de Haruomi Hosono e Hiroshi Yoshimura o el “minimalismo” de Steve Reich o Terry Riley. Se puede meditar, pero también permite volar. Qué mejor, ¿no?