Desde sus inicios en Antena 3 con aquel atraco en la Fábrica de Moneda y Timbre, La casa de papel siempre ha sido una serie muy americanizada: ritmo frenético, tono grandilocuente y un enorme valor de la producción. No sorprende, pues, que nos haya traído un final "a lo grande", como el que vemos en tantas ficciones del otro lado del Atlántico. Así pues, a pesar de que coquetear demasiado a menudo con la inverosimilitud, también ha sabido dar a la audiencia lo que le pedía: adrenalina, tensión y espectáculo. Es así como ha conseguido acabar hacia arriba una serie que parecía destinada al fracaso después de una tercera y cuarta temporadas claramente diseñadas para estirar el chiclé. Igual que El Profesor cada vez que lo están a punto de atrapar, la serie se ha salvado del desastre en último momento.

Nada que envidiar

Si alguna cosa nos ha demostrado La casa de papel es que España puede producir una serie de la misma talla que las mejores productoras norteamericanas. Un ejemplo claro lo encontramos en interpretaciones como la de Álvaro Morte en el papel de El Profesor, que demuestra cómo se ha reducido esta distancia obteniendo un papel importante en la ficción de Amazon Prime más ambiciosa del año, La rueda del tiempo.

Pero el ámbito donde la serie de Álex Pina más ha demostrado no tener nada que envidiar en producciones mayores es en el aspecto visual. Con Jesús Colmenar en la dirección y Migue Amoedo en la dirección de fotografía, han sido capaces de crear un sello estético distintivo. Así, cuando ves una imagen de la serie no tienes ninguna duda que es de La casa de papel, objetivo que toda ficción quiere conseguir.

Y este aspecto visual es todavía más espectacular cuando están los medios disponibles para hacer casi cualquier cosa que se quiera: explosiones, destrucciones, persecuciones... La compra de Netflix desde la tercera parte se ha notado muy en este sentido, llegando al máximo exponente en esta última temporada, donde sólo faltaban los fuegos artificiales.

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La casa de papel, adiós a la serie española más popular de todos los tiempos

La pela es la pela

Y así como la serie recoge muchos aspectos buenos de lo que entendemos como una americanada, también lo hace con los malos. El mismo final habría tenido que llegar antes para evitar la evidente fatiga de tramas y personajes, lo cual no deja de ser un error muy común en las series que tienen tanto éxito. La pela es la pela y casi siempre pasa por delante de la calidad.

También el gran uso de tópicos son un lastre pesado para la serie. En muchos casos a través de la voz en off de Tokio, que en esta segunda parte no tenía mucho sentido que la siguiera haciendo, y en otros a partir de los diálogos poco inspirados. ¡Si incluso hay un momento donde Berlín sube en un taxi y grita. "siga a ese coche" después de que lo hayan dejado diciendo "Tenemos que hablar"!

Una escena que, por cierto, forma parte de uno de los muchos flashbacks dedicados al personaje que interpreta a Pedro Alonso, que ocupan tanta cuota de pantalla que resulta casi incomprensible que el spin-off que prepara Netflix para el 2023 se le dedique a él.

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La casa de papel tendrá un spin-off y un remake coreano

Un final a la altura

Pero antes de hablar de spin-offs o del remake que preparan en Corea, hay que despedir como toca la serie española más vista de todos los tiempos. Porque el adiós que nos han ofrecido a los creadores con los cinco últimos capítulos ha sido a la altura, y ya sabemos cómo es de difícil acabar bien una serie (aunque seguro que tendrá detractores).

El guión nos ha ofrecido grandes momentos de pura acción y entretenimiento a la vez que de otros mucho más dramáticos y melancólicos para asumir que, ahora sí, hemos llegado al final. El triunfalismo casi excesivo de muchas escenas así lo evidencia, como también lo hace una banda sonora que saca toda la artillería que le quedaba al cargador, recuperando, incluso, uno último Bella Ciao. Y eso es lo único que nos queda para decirle en La casa de papel una vez acabada, Bella Ciao.