Estoy harta de la polémica de las segadoras. Cansada, agotada, literalmente hasta el higo y no precisamente porque sus orígenes se remonten a una canción erótica. No puedo más con tanto cabreo ni con la amplificación extrema que se ha hecho de lo que podría haber quedado en anécdota, ni con las burlas paternalistas de patio de colegio de muchos tuiteros y articulistas. Me parece indignante que nadie haya querido alejarse una pizca de esta crítica fácil. También he leído bastantes veces que la versión que Magalí Sare y Manel Fortià interpretaron durante la investidura de Pere Aragonès es ridícula. ¿Ridícula? Lo que de verdad da vergüenza es llevar cuatro días criticando la feminización de una canción cuándo la semana pasada cinco mujeres - y un niño - fueron asesinadas. Pero da igual. Por qué hablar de muertas cuando la red puede dejar mal las vivas.

Las tradiciones no se tocan

Ya sabemos que las tradiciones suelen estar blindadas a críticas, sobre todo si tienen tics que tarde o temprano pueden ser reprobables. Hasta hace un tiempo, ni la monarquía robaba ni en el PP era corrupto pero hoy ya sabemos que no podemos tener demasiada fe en ciertos conservadurismos. Yo no creo que la letra de El Segadors sea machista, sinceramente, pero el otro día me di cuenta de una cosa que nunca se me había pasado por la cabeza. Según la lingüista Carme Junyent, por poner un ejemplo, el masculino genérico es inclusivo y representa a todas las mujeres; ¿pero vosotros os habéis imaginado alguna vez mujeres empuñando el arma tras las filas de la revuelta?

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Creo que otra vez las redes se han quedado en la superficialidad del diálogo y creo que hemos vuelto a hacer corto en pensar donde han estado ellas todo este tiempo. ¡Nadie se lo ha preguntado! Vale que el himno no es sexista pero se tiene que poder decir alto y claro que la sociedad de 1640 sí que lo era y, para mí, este es el debate que se debería haber tenido. Habría estado bien escuchar historiadores (o historiadoras) explicando que si las mujeres no segaban era porque tenían que hacer el resto de tareas o que entonces las violaciones de los soldados eran sistemáticas. Ni siquiera se ha dicho que algunas defensoras de la tierra sí que participaron en la lucha. Si fuéramos una sociedad reflexiva quizás habríamos visto esta versión del himno como una oportunidad para comprender y no para incendiar la red con memes de máquinas segadoras. Y como pedir es gratis, también me habría gustado que mucha gente se hubiera hecho suyo el motivo de esta denuncia sana y #LesSegadores fuera trending topic, y ya de paso se convirtiera en nuestra particular campaña para denunciar la invisibilización de la historia. Pero aceptémoslo: la realidad es que las hemerotecas siempre dirán que la versión del 24 de mayo de 2021 sólo es el atentado terrorista gramatical de una cantante feminazi.

¿Que el lenguaje no importa?

Estoy harta también de la cancioncilla de estos días, de aquella estrofa repetitiva que nos repite que es más importante revertir la brecha salarial o el techo de cristal que cambiar el lenguaje. ¿De verdad? Supongo que es la misma gente que sigue diciendo fresca a algunas mujeres o que etiqueta a los niños de fuertes y a las niñas de delicadas No hay que ser muy avispada para saber que si no quieren que toquemos el lenguaje es porque saben que una sociedad es la manera en cómo se comunica. Decir las cosas así o asá tiene un impacto directo en cómo percibimos la realidad, igual que el apellido del padre se pone antes que el de la madre por pura decisión sexista. Ya está bien de excluir luchas y de hacernos trampas en el solitario. No fastidiemos, que saber hablar bien es de primero de parvulario. ¿U os pensáis que es casualidad que una simple letra remueva tantos egos?

Sobre el cambio gramatical de género hay muchas opiniones, todas ellas válidas y, seguramente, todas ellas fundamentadas. Sé que me repito pero eso no tendría que ir sólo de decir segadores o segadoras, sino de manifestar por activa y por pasiva que faltan referentes femeninos y de aceptar que hemos obviado que estaban. A parte que también podríamos haber valorado que una chica cantara en el acto o que este gobierno sea el primero con más mujeres que hombres. En fin, es evidente que este no es un artículo sobre lingüística y que habla más la rabia contenida que la pausa de la razón y quizás eso también es reprobable, por qué no. Si queréis de Pompeu Fabra hablamos otro día. Hoy, no. Liberadme. Hoy estoy hasta el higo.