El 10 de agosto de 1916, en la edición vespertina de La Veu de Catalunya, Eugeni d'Ors firmaba un nuevo artículo de su glosario titulado "Lección de tedio en el parque". Con aquel texto, Xènius iniciaba una nueva serie estival dentro de su sección fija al diario del catalanismo conservador, desde donde desplegaba su programa estético, intelectual y político noucentista.

El año anterior, y en plena Guerra Mundial –en la cual había dedicado la serie Lletres a Tina, donde destilaba un neutralismo intelectual y europeísta que fue acusado de progermano– había publicado en las mismas la oscuridad Gualba, la de mil veus. Pero en esta ocasión aprovechaba su experiencia en el Balneario Blancafort para ofrecer a sus lectores un auténtico texto estival.

Eugeni d'Ors y su mujer

Eugeni d'Ors con su esposa, la escultora Maria Pérez Peix/Família d'Ors

El tedio por prescripción facultativa

"No prescribo el campo. No prescribo el reposo. ¡Autor, Autor, hombre del perpetuo hervor, sé lo bastante y demasiado como tú entiendes el campo y el reposo! Prescribo como única salvación el tedio. El tedio, a rajatabla. Sin atenuaciones, sin matiz: el tedio. No excursión, chaise longue. No conversa, silencio. No lectura, letargia... Tanto como sea posible, ni un movimiento, ni un pensamiento" asegura al Doctor en la introducción de la serie, también conocida como Oceanografía del tedio.

"Ni un movimiento, ni un pensamiento"!. Las tres y media de la tarde. Un parque de bellos árboles en el entorno. Una silla de reposo, en la placita más apartada y esquiva. Ropas esponjosas de tenis medio cubriendo el cuerpo iechado. En alto, entre dos cedros, un plano de pared del hotel. Pared lateral, muy blanca sin ventanas", añade el glosador, que a lo largo de un solo día –que se prolongará durante una semana en el periódico– intentará cumplir con la prescripción facultativa aprendiendo la lección del aburrimiento antes de volver pisar "asfalto ciudadano".

El Balneario Blancafort en la época que estuvo Eugeni d'Ors

El Balneario Blancafort en la época que estuvo Eugeni d'Ors

Agua termal y ferrocarril, el secreto de La Garriga

La llegada del ferrocarril en la Garriga el año 1875 convirtió la villa vallesana en uno de los destinos preferidos por la burguesía barcelonesa a la hora de veranear, que ya conocía desde mediados de siglo el poder curador de sus aguas. El año siguiente, el Balneario Blancafort ya llegaba a las 100 habitaciones. Y eso que había nacido como servicio de un modesto hostal, donde su ingenioso propietario instaló cuatro bañeras revestidas de baldosa de Valencia, donde se podía disfrutar del agua termal que salía de la debe a una temperatura de 60º.

Atraídos por los balnearios –se llegaron a contar media docena de establecimientos termales– y el ambiente tranquilo y distinguido, el impulso de los veraneantes vio alzarse tuestas modernistas, en torno al Paseo, iniciado el año 1878, y que transformarían totalmente el paisaje del pueblo. Hoy día, conjuntos como las torres de la isla Raspall, declaradas Bien Cultural de Interés Nacional, son un testigo|testimonio de la época esplendor de la Garriga, destino de literatos como Josep Carner o de presidentes como Francesc Macià.

Eugeni d'Ors en Viladrau

Eugeni d'Ors y su familia en Viladrau/Familia De Oros.

Xènius, un catacaldos estival

De hecho, hay que decir que antes de Xènius, habían pasado por el Blancafort personalidades como Jaume Balmes, Jacint Verdaguer, Enric Prat de la Riba, Narcisa Freixas, Josep Puig y Cadafalch, Francesc Cambó o el general Primo de Rivera. El mismo Eugeni d'Ors pasó por el Blancafort después de veranear en otros parajes, como Cadaqués –dónde hizo perder la cabeza a Lidia Nogal–, Viladrau o Argentona, donde encontró la inspiración para escribir, su obra más destacada, La Ben Plantada, entre algunas de las chicas de la colonia de veraneantes. El año 1919, su estancia en el Mas Esparragueres, en Santa Pau, invitado por su discípulo y amigo Josep Maria Capdevila, lo llevaría a escribir un "divertimento estival" para sus lectores de La Veu, la "Història de las Esparragueres".

El paso por la Garriga de un Xènius que en aquel momento disfrutaba de plenos poderes intelectuales e institucionales a la Mancomunidad de Catalunya, dejó una obra singular que Josep Pla comparaba, lleno de bilis, con molduras de yeso completamente heladas y puro fiambre. Su recuerdo, sin embargo, hace que a día de hoy el restaurante del Balneario Blancafort, todavía en servicio, lleve, en homenaje al Pantarca, el nombre de De Oros Gourmet. A buen seguro que es poco para aquel que quería "hablar como Demòstenes, escribir como Boccaccio, pintar como Leonardo, saber como Leibniz, tener, como Napoleón, un ancho imperio o un jardín botánico, como Ruelbeck," pero quizás después de una buena comida surge espontáneamente algún discípulo tardío del padre del Novecentismo, dispuesto a dejarse llevarse por el tedio.