Emanuel Bergmann ha publicado un libro en que quiere llevar la magia hasta los rincones más tenebrosos del mundo y del alma humana con El truco (en catalán en La Campana y en castellano en Anagrama). Es la primera novela de Bergmann que intenta explicar hechos muy duros (los campos de concentración, la pobreza, la vejez, la soledad, la muerte...) de forma no dramática, y lo hace a través de la mirada ingenua de un niño. Isabel Martí, su editora catalana, lo ha definido como "un libro feliz, que hace pasar muy buenos ratos".

Escrito desde el autobús

El libro nos lleva desde la Europa totalitaria de los años treinta y cuarenta, a la América actual, porque de hecho, Bergmann se considera un inmigrante que se mueve entre Alemania y Estados Unidos, aunque afirma sentirse extraño en los dos mundos. Aunque lleva 25 años en Los Ángeles, sigue considerándose un inmigrante, y en Alemania lo consideran, simplemente, "un judio". Bergmann asegura que muchos de los personajes de su obra los ha sacado de los personajes reales con los que coincide en el autobús, o en los restaurantes: uno de los personajes está basado en una de las camareras que lo sirvió en un restaurante donde fue una vez. El eje de la novela es un mago judío, un individuo con un gran humor que había trabajado en el circo, y que al final de la historia está ya jubilado, sin actividad. Curiosamente, Bergmann dice que no fue un niño fascinado por el circo. Se aficionó al circo de adulto, en 2005, cuando se quedó fascinado al ver como los artistas circenses recreaban un mundo mágico. Y dice que los primeros textos del libro los escribió aquel mismo día de 2005, tras salir del circo.

Los delicados límites del humor

En El truco los campos de concentración juegan un papel esencial. Pero esta realidad siniestra se retrata pasando de puntillas sobre el horror, como lo había hecho Roberto Begnini en su película La vida se bella. Bergmann, que tiene muchos miembros de su familia supervivientes del Holocausto, afirma: "No creo que haya nada malo en explicar una historia trágica, incluso cuando hay un crimen detrás, con humor. La mayoría de las historias acaban mejorando si se tratan con humor". Alega que incluso sus parientes que habían escapado del Holocausto hacían chistes sobre Hitler y los nazis. Bergmann critica que no haya bastante literatura con humor, que cree que es la esencia de la vida: "Reivindico el humor en las artes", afirma. Y asegura que lo que es inadecuado es reírse de las víctimas. Pero rechaza completamente a aquellos que se lamentan cuando no reciben aplausos por burlarse de las mujeres y de las minorías. "No se tiene que hacer humor con cosas que son ofensivas", sentencia. "Tienes libertad de crear", apunta Bergmann, "pero si ofendes a la gente no te extrañes de que tengas reacciones". De hecho, uno de los capítulos de su libro, en el que Hitler se encuentra con un mago judío y quiere que le haga previsiones de futuro, recibió grandes críticas en Alemania, porque algunos alemanes se sintieron ofendidos. Alega que asumir este hecho forma parte de su trabajo como escritor.

En la estela del cine

Bergmann afirma que si hay algún escritor judío que lo ha influido es el Woody Allen de sus inicios, pero apunta que su inspiración le viene básicamente de la vida, y del padecimiento, que enseña mucho. Pero Bergmann ha trabajado en el mundo del cine (la forma de arte que más me gusta), aunque asegura que con poco éxito profesional. Y apunta que el cine le ha enseñado muchas cosas que le han servido para la literatura. Según afirma Bergmann, él piensa básicamente con imágenes, y asegura que El truco lo escribió, como director de cine, "pensando en imágenes". Ahora bien, reconoce que la primera edición del libro no funcionó: la presentó a 30 editoriales, de Europa y de América, que no lo aceptaron. Al cabo de muchos años, a partir de un manuscrito modificado, enviado a una editorial suiza, saldría un texto que, ampliado y modificado, es el que ya ha tenido éxito en varios países y ahora se traduce al catalán y al castellano.