En un tiempo en que la abstracción domina el mundo de la pintura, Daniel Cuervo se sitúa a las antípodas de la moda: ha optado por la pintura hiperrealista. Los cuadros de su serie City Scenes retratan paisajes del entorno urbano con una gran minuciosidad, con un nivel de detalle casi fotográfico. Es fácil llegar a confundir cualquiera de estos cuadros con una fotografía. Presenta, hasta el 8 de octubre, sus pinturas en la Pigment Gallery de la calle Rosellón 193 de Barcelona. Más tarde, saldrán de Barcelona para pasearse por galerías de Amsterdam, Los Ángeles...

Daniel Cuervo

Descubrir una vocación

Daniel Cuervo pintó de pequeño, y siempre intentó reflejar fielmente aquello que le rodeaba. En su pueblo, en Asturias, pintaba su entorno rural. A los 18 años vino a Barcelona a estudiar Bellas Artes, y empezó a pintar escenarios urbanos que le recordaban sus orígenes: paredes resquebrajadas, puertas mal ajustadas... Descubrió el hiperrealismo en una exposición sobre el pintor Antonio López en el Reina Sofía de Madrid, y en aquel instante decidió que aquello era lo que quería hacer. Su vocación no acababa de encajar con lo que se estudiaba a la facultad, pero los profesores reconocieron el dominio técnico y el conocimiento de Daniel Cuervo. Cuando llevaba 5 años a Barcelona (ahora lleva 29), decidió que ya era el momento de centrarse en la ciudad y de empezar a retratar escenarios urbanos. Desde entonces no ha dejado de pintar ciudades. Barcelona, sobre todo, con series como "Barcelona por la noche" o "Barcelona desde el mar", pero también ciudades que "cualquier paisajista urbano tiene que pintar: Londres, Nueva York... Asegura que tiene preferencia por las ciudades con río o con mar, porque "dan tranquilidad al paisaje".

Dani Cuervo Les Punxes

Locura por el detalle

Daniel Cuervo admite que en sus cuadros no tiene ninguna intención de hacer ninguna crítica social: "son pura estética", explica. Sólo tiene la voluntad de reproducir con la máxima fidelidad un lugar que ha visto y que le ha impresionado. En realidad, sus cuadros van mucho más allá de lo que percibe el ojo humano, porque recogen los detalles más irrelevantes del campo visual. Y no busca los escenarios más simples: a menudo a sus cuadros hay espejos, vidrios o superficies de agua que crean sugerentes y complicadísimos reflejos. O árboles, que con sus hojas suponen todo un desafío para la tarea del pintor. Cuervo se lo toma como un desafío. Afirma que en un cuadro de la calle Balmes (en una serie dedicada a las esquinas en forma de uve de la ciudad) se lo pasó "bomba" con las baldosas; eso sí, reconoce que al fin ya no era tan divertido porque "había muchas". Incluso es difícil encontrar la firma del artista en estos cuadros. La ubica en un sitio muy discreto, "para no estropear la obra".

Dani Cuervo Poblenou

Laborioso

Daniel Cuervo no es muy prolífico. No puede serlo. Sus cuadros suponen mucho trabajo. Hace aproximadamente tres al año. El procedimiento empieza con la elección del paisaje a pintar. No es un proceso rápido: se pasó dos semanas paseando con su cámara por Nueva York para escoger unos pocos escenarios. Y en cada escenario tenía que estudiar la luz para hacer la foto en el mejor momento del día. Afirma que dispara muchas fotografías, pero que a menudo actúa de forma mucho intuitiva: "En ciertas ocasiones, ves el cuadro en la realidad", explica. Entonces, con su trípode, fotografía esmeradamente el paisaje elegido y a partir de aquí empieza el trabajo de taller. Sobre una mesa, con aceites, va pintando, siempre con la misma estrategia: empieza a pintar por el extremo superior izquierda y acaba por el extremo inferior derecho, de tal forma que pueda apoyar la mano sobre la tela. Da por acabada la tela cuando "vuelvo a sentir lo que sentí en la realidad, cuando veo, de nuevo, el paisaje original." Quien quiera comprobar hasta qué punto sus cuadros hacen sentir la realidad del paisaje original, puede pasarse por la Pigment Gallery.