Si la segunda jornada de un festival es siempre la potencialmente más dura para los asistentes devotos, la tercera se convierte en la clara ejemplificación del síndrome de Estocolmo. Después de un par de días de maratones de pie, pocas horas de sueño, caminatas interminables, aglomeraciones, solapes entre tus grupos favoritos, colas para baños de dudosa salubridad, falta de cobertura, atracos a punta de datáfono en las barras, ver a tus artistas preferidos del tamaño de un guisante, perder a tus amigos tres o cuatro veces cada ocho horas… ¡Nadie quiere que se acabe!

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Primavera Sound 2025 / Foto: Carlos Baglietto

¿Cómo es posible que este oasis que llevábamos esperando casi un año, y del que nos hemos estado quejando durante las últimas 48 horas, esté a punto de terminar? ¡No puede ser! Necesitamos más. Una última ronda. Un último gran concierto. Un último reencuentro con esas personas que solo vemos en festivales. Da igual la cartera, da igual la incomodidad. Hay que exprimirlo. Agotar hasta la última gota de felicidad condensada, recoger cada chispa de hermandad, escuchar el máximo de BPM antes de que apaguen los altavoces. Así que, cuando llega el último día de un festival, nadie tiene más ganas de estar que quienes lo han estado sufriendo. ¡Lo haremos una vez más!

Llegados al sábado 7 de junio, el Primavera Sound estaba a punto de culminar un hito histórico: haber tenido tres noches encabezadas, cada una de ellas, por una artista femenina. Si en las noches anteriores el escenario se había transformado con la energía violentamente caótica y festiva de Charli XCX y el cabaret de lentejuelas apto para todos los públicos de Sabrina Carpenter, el cierre de esta hazaña estaba en manos de la artista favorita de tu artista favorito: Chappell Roan. La santa trinidad del pop estaba a punto de completarse.

Antes de la artista preferida de tu artista preferido

Pero vayamos por partes. Para llegar a coronarse, aún quedaban unos cuantos conciertos. Si durante todo el festival se ha dado mucha importancia a las nuevas figuras del pop —por razones evidentes, basta mirar el trío protagonista—, a las escenas más experimentales y a quienes recogen el testigo con guitarras más rockeras, también es justo destacar a quienes llevan muchos escenarios a sus espaldas. Quien entró pronto pudo disfrutar de una de las mayores joyas de la península, Kokoshca, que presentaban su último disco La Juventud. En esta última jornada también se pudo ver el impecable debut en solitario de Kim Deal. A sus 63 años, la que fuera miembro fundadora de Pixies y de The Breeders demostró que nadie ama el arte de la guitarra como ella. Y en un gesto por reivindicar el indie 2000 ante las nuevas generaciones, Los Campesinos! sacaron lo mejor de su repertorio para recordarnos que, al final, todo esto iba, antes que nada y después de todo, de You! Me! Dancing!. Aunque siempre hay tiempo para pedir una Palestina libre. Si el indie sleaze nunca termina de volver del todo, durante un rato, en el Parc del Fòrum, estuvo al cien por cien presente, como si estuviéramos en 2008.

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Primavera Sound 2025 / Foto: Carlos Baglietto

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Primavera Sound 2025 / Foto: Carlos Baglietto

Fontaines D.C., que tenían el hueco justo antes de Roan en la explanada de Mordor, ofrecieron uno de esos conciertos sin margen de error. Ya fuera con It's Amazing to Be Young o con la clásica Boys in the Better Land, todos sus temas provocaban una entrega total del público. Siempre políticos, su concierto culminó con el mensaje “Free Palestine” sobreimpreso en la retransmisión en pantalla. Y cuando llegó el momento de despedirse, con todas las miradas puestas en ellos, aprovecharon la ocasión para proyectar en todas las pantallas: “ISRAEL IS COMMITTING GENOCIDE. USE YOUR VOICE”. La ovación fue absoluta.

La hora de Chappell Roan

A las diez de la noche, era hora de cumplir la profecía: tres noches, tres mujeres. Hora de Chappell Roan. Con la explanada abarrotada de una multitud vestida con sombreros cowboy, vestidos de princesa, mucha purpurina, bastante glam y, sobre todo, rosa y rojo por todas partes, se abría un nuevo capítulo en la historia de los festivales. Con un solo disco, Chappell Roan se convirtió en la heroína de su propia historia, se coronó como una leyenda viva. Con un escenario de cuento de hadas, con su propio castillo y trono, interpretó The Rise and Fall of a Midwest Princess. Cuesta creer que ese espectáculo se estrenara apenas una semana antes, que fuera el inicio de la gira, que no llevara toda la vida sobre ese escenario. Es una absoluta superestrella del rock, una superestrella de estadios. Si no me crees, que te pongan un vídeo de Barracuda: ni ella ni las cuatro integrantes de su banda tienen nada que envidiar a auténticas leyendas del Salón de la Fama.

Es una absoluta superestrella del rock, una superestrella del rock de estadios

Con un full drag de mariposa, hizo que todos los presentes cantaran al unísono Femininomenon, Casual, After Midnight, Naked in Manhattan o Love Me Anyway. Pero los momentos más álgidos —si es que se podía subir más— fueron bailar como un solo cuerpo el YMCA de la Gen Z, HARD TO GO!, como tantas veces hemos visto en internet, o cantar como si nos fuera la vida con Good Luck, Babe!. Evidentemente, se ganó dos rondas de ¡y guapa y guapa, y reina y reina!. La última vez que se vio un compromiso así entre gays and gals en el Primavera Sound fue cuando Robyn, en la edición de 2019, cantó Dancing on My Own. Por eso, fue inevitable emocionarse un poco cuando esa devoción se repitió en la canción de cierre. Pink Pony Club tiene la fuerza de esas canciones que parecen estar inscritas en la historia de la música de forma atemporal.

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Primavera Sound 2025 / Foto: Carlos Baglietto

Los ojos vidriosos de ella, una chica que hace poco menos de cinco años podía verse en un vídeo por internet cantando esa misma canción solo con un teclado frente a un puñado de curiosos, sabía muy bien adónde quería llegar. Y que, cuando llegara, lo haría a lo grande, con brillo, y con todo el lesbianismo posible. Ciertamente, lo único que podría detener su ascenso es que el mundo se detuviera.  Lo habíamos conseguido. Las tres Supernenas habían conquistado el escenario. Y aunque no se tratara de una competición, quedó claro que quien marca el listón de exigencia y calidad es Chappell Roan.

Lo único que podría haber detenido el ascenso de Chappell Roan es que el mundo se detuviera

El resto de la jornada tuvo ese efecto de trabajo bien hecho. Los espacios se distendieron, y parte del público se fue siguiendo la filosofía de que “uno debe irse de la fiesta cuando mejor se lo está pasando”. A partir de ese momento, un ambiente relajado y festivo se apoderó de todos, incluso de los amigos de James Murphy o ANOHNI. El lazo final de la edición lo puso Danny L Harle, que sustituía al mítico cierre que otros años corría a cargo de DJ Coco. Caótico y despersonalizado, fue el cierre más extraño en años. Tras varios silencios, la propia organización tomó los platos para darle ese punto desenfadado que siempre debería tener el closing. Los presentes, como una madre que olvida el dolor del parto al tener al hijo en brazos, dejaron atrás la asfixia de las aglomeraciones, el funcionamiento nefasto de muchos baños, la frustración de haber perdido a un amigo entre la multitud o la imposibilidad de estar en dos conciertos al mismo tiempo, y se entregaron a la alegría de un gran final. Cuando empezó a salir el sol, ya se oían los primeros grupos de amigos con la mítica cantinela: “El año que viene —SORRY MATE— el año que viene volvemos, ¿no?”