Este jueves, el bajista Carles Benavent recibió el Premio Alícia a la trayectoria, un reconocimiento que la Acadèmia Catalana de la Música otorga a figuras que han dejado una huella profunda y transformadora en la escena musical del país. Es uno de los músicos más influyentes e inclasificables del panorama musical catalán e internacional. En una conversación previa con él, queda claro que este premio no solo celebra una carrera extraordinaria, sino también una actitud, una forma de entender y reivindicar la música desde los márgenes. “Cuando me llamó Gerard Quintana, me dijo que no sabía cómo me lo tomaría”, nos cuenta en su casa de Begues, un paraje excepcional desde el que tiene una vista privilegiada de la costa barcelonesa. “Le respondí: ‘¿Cómo quieres que me lo tome?’. Pues con alegría y agradecimiento”, recuerda Benavent con una sonrisa, sentado entre su colección de bajos en el estudio que tiene en la planta superior del mas. La emoción por el reconocimiento es palpable, pero el artista no se acomoda. Pese a su tono humilde y cercano, queda claro que es consciente del trabajo realizado y del esfuerzo que ha implicado llegar hasta aquí. Bajista autodidacta, explorador incansable y figura clave de la música moderna hecha en Cataluña, Benavent ha compartido escenario con leyendas como Paco de Lucía, Chick Corea y Miles Davis. Pero su trayectoria no se explica solo por esas colaboraciones de lujo, sino por una actitud vital hecha de inquietud, autenticidad y una pasión insaciable por aprender y descubrir.
🎸La noche que Catalunya ha parecido un país normal
Carles Benavent ha sido una figura pionera del bajo eléctrico en nuestro país. Empezó a tocarlo a los trece años, pero pronto se dio cuenta de que aquel instrumento todavía era visto con recelo, tanto en los círculos clásicos como en los del jazz o el flamenco. “Cuando fui al conservatorio, mi profesor de contrabajo me decía que no tocara ‘esa guitarra baja’, como si fuera una cosa menor. Cuando yo era joven, el bajo eléctrico no existía en el conservatorio. Todo lo que sé lo he aprendido por mi cuenta”, explica. Con tenacidad y creatividad, Benavent fue abriendo camino, incluso en ámbitos tan resistentes como el jazz más tradicional y el flamenco. “Para los flamencos, el bajo era visto como un intruso”, dice. Pero la situación cambió radicalmente después de grabar una bulería con Camarón de la Isla. “Me llamó Paco (de Lucía) y me dijo: ‘Carlos, ya está, ya estás dentro’.” Lo que había sido un obstáculo se convirtió en una plataforma. Su manera de tocar, inspirada en la guitarra y con fraseos propios del jazz, cautivó y abrió una nueva vía de expresión para el bajo en el flamenco. “El bajo siempre se ha visto como el instrumento que toca aquel al que no se le da bien la guitarra”, lamenta. En las orquestas, dice, es habitual que cualquier músico “de refuerzo” coja el bajo si el titular falla. Esta percepción lo empujó, desde muy joven, a reivindicar su complejidad y musicalidad. “Yo quería hacer solos, imitar al saxo, salir del simple acompañamiento.”

Cuando fui al conservatorio, mi profesor de contrabajo me decía que no tocara ‘esa guitarra baja’, como si fuera una cosa menor. Cuando yo era joven, el bajo eléctrico no existía en el conservatorio. Todo lo que sé lo he aprendido por mi cuenta
La historia, sin embargo, comienza muchos años antes de encontrarse con Paco de Lucía, en el barrio del Poble-sec, el mismo que vio crecer a otras figuras fundamentales de nuestra historia musical como Joan Manuel Serrat o Jaume Sisa. “Con Serrat somos amigos. Nos vemos muy a menudo. He grabado tres o cuatro discos con él. Más bien he colaborado en algunos temas, grabando un bajo o una mandolina. Pero aunque éramos del mismo barrio, no fuimos amigos de infancia. A quienes sí conocí fueron Los Cheyennes, que eran del barrio. Fue la primera vez que vi a un grupo en un local de ensayo. Debía tener 12 años y aluciné con las guitarras eléctricas. Pero mi primer gran ídolo fue Emili Baleriola, un amigo del colegio. Era un chico muy serio, pero tocaba la guitarra como nadie. Fue mi primer ídolo”. Juntos formaron Crac, una banda con la que emulaban a grandes del blues rock de la época como B.B. King, Hendrix, Cream, Johnny Winter o John Mayall. Después vendrían experiencias fascinantes como Màquina! o Música Urbana, proyectos pioneros de la psicodelia y el jazz fusión en nuestro país, nombres clave en la genealogía de la música contemporánea hecha aquí. “Tuvimos la suerte de vivir un momento muy intenso: la entrada de la democracia, la necesidad de decir cosas, y sobre todo una gran autenticidad. Hacíamos música porque nos gustaba, sin vergüenza, sin filtros.” Su legado, su obra discográfica, adelantada a su tiempo, escuchada medio siglo después, sigue sonando no solo genial sino totalmente actual y reivindicable. “Algunos de aquellos discos tienen deficiencias en la grabación. Pero escuchas álbumes como Iberia (tercer LP de Música Urbana), y parece que se hayan hecho hace quince días.”

Tuvimos la suerte de vivir un momento muy intenso: la entrada de la democracia, la necesidad de decir cosas, y sobre todo una gran autenticidad. Hacíamos música porque nos gustaba, sin vergüenza, sin filtros
Carles Benavent nunca pierde el tren
Fue precisamente la experiencia con Música Urbana, colectivo en el que también participaban Joan Albert Amargós, Lluís Cabanach y Lucky Guri, la que le abrió las puertas para trabajar con la gran figura del flamenco, Paco de Lucía. Una relación de la que surgirían algunas de las obras, vivencias y experiencias más memorables del flamenco moderno. “Fue un encuentro muy casual. El bajista de Paco se fue a la mili, y Jorge Pardo (saxofonista y flautista, toda una institución del jazz y el flamenco, colaborador durante años de Paco de Lucía) y Rubem Dantas (percusionista, también colaborador de De Lucía) le dijeron que en Barcelona había un chaval que estaba haciendo cosas muy interesantes con un grupo llamado Música Urbana. Hubo una comunión instantánea. Enseguida vimos que aquello iba para largo”. Fueron 21 años trabajando juntos. “Hacia la mitad de ese tiempo toqué con Chick Corea en Estados Unidos. También estuve un año en Nueva York, mientras Paco hacía giras con Al Di Meola y John McLaughlin. Con el tiempo, mucha gente me pregunta por qué volví con Paco si ya me había hecho un hueco en la sala VIP del jazz rock y la música fusión. La respuesta entonces y ahora era evidente: porque con Paco todavía no había llegado al final, aún teníamos muchas cosas por hacer juntos.”

La relación con Paco de Lucía le abrió las puertas para trabajar con la gran leyenda del flamenco: Camarón de la Isla. “Si en el jazz tradicional el bajo eléctrico estaba muy mal visto, entre los círculos más ortodoxos del flamenco, ni te cuento. Para ellos, el bajo era un intruso. Le llamaban la guitarra china. Al final, hicimos broma con eso, y durante muchos años, Paco me presentaba en directo como el de la guitarra china”. Todo eso cambió cuando Camarón de la Isla lo llamó para grabar una bulería. “Instantáneamente fui aceptado en el universo flamenco”. Una lista de colaboraciones extraordinarias en la que figura un momento muy especial: la noche en que Benavent compartió escenario con Quincy Jones y Miles Davis. “Fue tan fugaz que pensé que lo había soñado. Pero luego vi el vídeo y dije: sí, sí, esto pasó.” (ríe). El reconocimiento de la Acadèmia Catalana de la Música no solo celebra su trayectoria, sino también una forma de entender la música como forma de vida. Un recorrido hecho desde el corazón, con libertad, con autenticidad y con una mirada siempre abierta. “Los músicos tenemos la suerte de trabajar a menudo con amigos. Y eso hace que la música sea más que un trabajo.” Benavent sigue tocando, buscando, aprendiendo. Y si algo ha dejado claro a lo largo de su carrera es que él nunca se ha quedado en el andén. Cuando pasa un tren, lo coge. Y toca. Y vuela.