Desde el momento en que ha salido en el escenario del Palau Sant Jordi, Bad Gyal no ha dejado de brillar. 24 karats, como el nombre de la gira. La indumentaria ha ayudado, con un vestido lleno de lentejuelas, así como la pirotecnia que la ha acompañado. La mayor de las Farelo ha vuelto a casa, y lo ha querido hacer por todo lo alto, ante los suyos. "Aquí está mi familia, mi gente, mis amigos," ha reconocido. Eso sí, en castellano. Ha hablado poco, pero cuando lo ha hecho ha relegado al olvido su lengua materna, un detalle que no ha pasado inadvertido para muchos.

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Bad Gyal, en un instante durante el concierto / Foto: Pau Venteo

La artista se ha confesado "superfeliz". Nadie lo diría. Sobre el escenario no ha esbozado ni media sonrisa. En realidad, es todo parto de su puesta en escena. Cuando la vilasarenca entra en modo Bad Gyal, aparca la calidez que reserva para su vida cotidiana y se convierte en una mujer seria y autoritaria. Mira al público con una soberbia impuesta que aguanta hasta el último respiro. Se sabe la estrella, delante de 16.000 jóvenes que querrían ser ella o estar con ella. Es una chula.

Sus modelitos ajustados y provocadores seducen sin intentarlo, mientras que los movimientos de culo —y, para algunos, las piernas— hacen enloquecer al público cada vez que se retransmiten con mucho zoom en las pantallas. No le hace falta mucha cosa más. Con respecto al resto de elementos, no se puede decir que destaque mucho. Baila de forma calculada, sin desmesura, cediendo el protagonismo a su pompis y al equipo de seis bailarines. La voz se sostiene por el icónico uso de autotune. Y la letra es sencilla y directa, sin gato escondido. "Aquí solo se perrea, no se mira" y "Tiene cara que en la cama te da duro" no tienen muy secreto.

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La cantante, rodeada de su equipo de bailarines / Foto: Pau Venteo

Expectativas superadas

Pero Bad Gyal es ya una estrella internacional —lo sabe ella, que cuando va a los Estados Unidos vende todas las entradas disponibles en Nova York-— y no tiene que innovar mucho para animar a sus fans. Este concierto, que ha servido para promocionar su nuevo álbum La joia, ha sacado a pasear 36 hits clásicos —entre los cuales no podían faltar Aprendiendo el sexo, Pussy, Sexis, y Fiebre- comprimidos en una hora y media, cumpliendo así todas las previsiones. Bien, casi todas: la aparición de Morad, ídolo de estas masas, para cantar la canción conjunta Así soy no entraba en el esquema. Con esta sorpresa, incluso los más difíciles de satisfacer se han marchado del Palau con las expectativas superadas.

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El público, siempre con el móvil en la mano / Foto: Pau Venteo